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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capitulo 16: Último intento (Erica) Fin

Sólo quedaban dos días para terminar el curso y yo andaba atacada de los nervios. No era sólo porque en pocas horas nos daban las notas definitivas del curso, si no, por algo más.
Llevaba días sin dejar de pensar en Jorge, sobre todo desde lo sucedido hacia una semana. Mis pensamientos hacía él habían aumentado desde el día de la batalla. El verlo herido me hizo ver lo que realmente sentía por Jorge. Quería decirle lo que sentía, pero no me atrevía.
Le había contado mis intenciones a mi hermana, a Ania y a Lyra esa misma mañana durante un paseo que estábamos dando.
-Lo decidida que eres para algunas cosas y lo indecisa que eres para otras, Erica- me decía Lyra mientas se sentaba en las escaleras que subían hacia Agua.
-Lyra tiene razón, si no lo haces, quizás pierdas la oportunidad- dijo Carlota.
-Ya, pero... ¡No creía que esto iba a ser tan difícil!- exclamé sujetándome la cabeza con las manos.
-¿Y por qué no has intentado averiguar si él siente algo por ti?- preguntó Ania sentándose junto a Lyra.
-Si lo he hecho, pero no sé por qué no puedo saber lo que piensa de mí, aunque si puedo saber lo que piensa de los demás.
-Pues entonces, hazme caso y díselo- dijo mi hermana.
-Pero, ¿y si me da calabazas?- le pregunté a ella.
-El no ya lo tienes, pero por lo menos inténtalo- me contestó Lyra cogiéndome de las manos.
-No tienes nado por perder, quizá él te diga que sí- dijo Ania animándome.
Sonreí, miré a las tres y dije:
-Lo voy a hacer, pero como me de calabazas, os mato, ¿entendido?
-¡Entendido!- dijeron las tres y me abrazaron.
Por nuestro lado, pasaron unos chicos del departamento Aire, nos miraron y dijeron:
-¡Novatas!
Las cuatro les sacamos la lengua y nos echamos a reír. Después, nos fuimos a nuestros departamentos.
Mientras Ania, Carlota y yo, nos dirigíamos a Agua, yo no dejaba de pensar en decirle o no lo que sentía a Jorge. No estaba muy convencida del todo. Me acordé que, en una ocasión, mi hermana y Ania dijeron que, lo más probable, sería que terminásemos con nuestros compañeros guardianes. No pude reprimir una sonrisa al imaginarme toda la vida con Jorge.
-Erica, ¿te pasa algo?- me preguntó mi hermana gemela tocándome el hombro.
-¿Eh?- sacudí la cabeza. Me di cuenta que me había sentado en uno de los sofás que estaban repartidos por el salón.
-Te has sentado en un sofá alejado de nosotros y pensé que te pasaba algo.
Miré a mi alrededor y, efectivamente, estaba alejada de mis amigos. No me había dado ni cuenta que Carlota se había acercado a mí.
-No me había dado cuenta- volví a mirar donde estaban sentados los demás.
Ania, Carlos, Pablo y Héctor lo habían hecho en un sofá y Jorge, estaba sentado sobre el brazo de un sillón cercano a ellos.
-Pensé que tenía algo que ver con Jorge- dijo Carlota bajando la voz.
-Para nada, simplemente estaba pensando y no me he dado cuenta que me había sentado aquí- dicho esto, me levanté y me dirigí hacía mis amigos, sentándome en el sillón donde estaba Jorge.
Miré a Ania y a Carlota, que sonrieron.
-Jorge, ¿puedo hablar contigo?
-Claro, yo también quería hacerlo.
-¡Ah!, bien, bien- aquello me cogió por sorpresa.
-Chicos, nos vamos. Esto se va a poner más caliente que Lyra cabreada- dijo Héctor.
-¡Muy gracioso!- exclamé en el momento en el que todos se levantaban.
Y nos dejaron solos.
Jorge se levantó y se sentó en el sofá que, minutos antes, habían dejado nuestros amigos. Hizo un gesto para que me sentara a su lado. Le hice caso. No tenía ni la más mínima idea de por donde empezar, así que me quedé callada, esperando a que Jorge hablase.
-¿Qué querías decirme?- preguntó el chico.
-Eh... esto... ¿por qué no empiezas tú?- dije algo nerviosa.
-¿Yo?. Vale, está bien- Jorge también parecía indeciso, pero ¿por qué?
Me quedé mirándolo. Estuvo unos minutos callado antes de volver a hablar.
-Verás, yo te quería decir qué... no sé como decirlo...
-¿Decirme el qué?
-La primera vez que te vi, sentí algo raro. Una extraña sensación que, en estos últimos meses, se ha incrementado.
-No te entiendo, Jorge.
-Cuando estas cerca de mí, me pondo algo nervioso. Creo que... creo que me gustas, Erica.
Aquello si que me pilló por sorpresa. No me esperaba que me dijese esto.
¿O tal vez, si?
Respiré hondo y le contesté:
-A mí me pasa lo mismo.
Jorge levantó la mirada hacía mí. Me miraba bastante confundido. Era como si no entendiese nada.
-Deja que te explique.- dije.
Él asintió.
-En una ocasión, Ania y Carlota me dijeron que nuestro destino quizás sería terminar con nuestros compañeros guardianes: Héctor y Lyra, Pablo y Ania, Carlos y Carlota, tú y yo... El ejemplo está en los anteriores guardianes.
-Entonces, ¿lo que sentimos es debido a la magia?
-En parte, puede ser.
-¡Qué cosas más raras!- dijo y miró a su brazalete con el dibujo de su emblema.

A la hora de la cena, Ania no dejó de mirarme. Si no la conociera y no conociera los poderes que tenía, juraría que estaba leyéndome el pensamiento.
Carlota, sentada entre Carlos y Héctor, hablaba animadamente entre ellos y, Pablo y Jorge, hacían lo mismo.
-¿Quieres dejar de mirarme?. Me pones nerviosa.
-Es que no me creo lo que ha pasado entre Jorge y tú.
-Lo dices como si hubiera pasado algo más entre él y yo. Y la verdad, es que no ha sucedido nada entre los dos. Sólo hemos hablado.
-Si, pero él ya sabe lo que tú sientes por él.
Bajé el tono de voz para decirle:
-A ver si tú haces lo mismo con ese chico tan mono que está hablando con Jorge. Porque me he enterado que hay una de segundo detrás de él...
Mi amiga, me miró como si me quisiera matar.
-Es una broma, Ania. No te pongas así...
-Erica, Ania, me voy al dormitorios, ¿venís?- preguntó Carlota.
Me levanté de la silla antes de que Ania hiciera realidad lo que estaba pensando. Le dirigí una última mirada a Jorge, quien sonrió , y me despedí de mis otros amigos.
-Buenas noches, chicos.
-Buenas noches- dijeron Pablo y Héctor.
-Que descanséis- dijo Jorge.
-Buenas noches, Erica- dijo Carlos.
Hice un gesto con la mano a modo de despedida y me marché del comedor de mi departamento.
Cuando llegué a mi dormitorio, Ania y mi hermana estaban acostadas. Mi amiga me arrojó un cojín, que dio de lleno en mi cabeza.
-¡Ay!
-Eso te pasa por decir alguna que otra tontería y agradece que no te hechice.
-Chicas, tranquilizaos.
-Ha sido tu amiga- dije haciéndome un poco la victima.
Ania me miró de reojo y cambió de tema.
-Vaya primer año que hemos tenido, ¿verdad?
-Pues sí, jamás pensé que mi primer año sería así. Creo que lo único bueno a sido conoceros a vosotros y a ver ganado la copa de voleibol.- contestó Carlota.
-Ha sido de todo menos tranquilo. A lo mejor, los cuatro que nos quedan, serán más tranquilos.- dije acostándome.
-No creo. Siendo nosotros los nuevos guardianes, no serán muy tranquilos- dijo Ania.
-Pues lo solucionaremos, como este año-añadió Carlota.
-Lo único que espero es que no haya otra misión como esta primera- dije.
Mi hermana y mi amiga miraron dándome la razón.
Aunque Carlota tenía razón, lo solucionaríamos. Habíamos acabado con Anabella y había sido duro, muy duro.
Pero, actuando juntos, podíamos con todo.
Nuestras vidas habían cambiado bastante en los últimos meses. Habíamos hecho amistades, descubierto poderes..., pero jamás imaginábamos que seríamos los nuevos guardianes.
Nos habían dado un cargo muy importante y debíamos afrontar todo lo que venía de camino.
Mientras me quedaba dormida, algo me decía que, mientras durara nuestra estancia en Link, no iba a ver un curso tranquilo.

Capitulo 15: La batalla (Carlota)

Los exámenes finales llegaban a su fin y los primeros días de Mayo empezaban a llegar. La temperatura invitaba a estar fuera del instituto, por eso, los patios y los jardines estaban repletos de alumnos apurados por estudiar los últimos temas para los últimos exámenes.
Los ocho guardianes estábamos repartidos por uno de los patios del instituto: Ania, Erica y yo, estábamos cerca de la puerta de entrada; Pablo, Héctor y Carlos, estaban sentados bajo un naranjo; Jorge se encontraba, junto a unos amigos de su curso, sentado en un banco cercano a la fuente y, Lyra, se sentaba con unas compañeras a la derecha de donde estábamos nosotras.
Nuestro último examen lo teníamos a las once, así que, cuando faltaban diez minutos para la hora, una voz sonó por todo el patio:
-Por favor, los alumnos de segundo curso de Agua y Aire, pasen al aula de la profesora Ramos para realizar el examen correspondiente.
Jorge y sus amigos se levantaron, se despidieron de nosotros y se marcharon. Un segundo más tarde, volvió a sonar la misma voz, que decía:
-Por favor, los alumnos de primer curso de Agua y Energía, pasen al aula del profesor Ruiz para realizar el examen correspondiente.
Nos levantamos y Lyra nos deseó mucha suerte. En cuanto el último de nosotros puso un pie en el pasillo, la misma voz sonó dirigiéndose al departamento de Lyra.
Erica, Pablo, Héctor, Ania, Carlos y yo, entramos un minuto antes que llegara el profesor Ruiz que, inmediatamente después de llegar, repartió los exámenes.
Miré mi examen. Había cincuenta preguntas.
El examen duraría dos horas y media, pero a mí se me hicieron muy cortas. Pues sólo me faltaba una pregunta por responder cuando sólo faltaban quince minutos para terminar. Y sabía la respuesta, porque había estudiado aquello con mi hermana y con Ania, pero en ese momento no me salían las palabras para responder. De repente, me acordé. A Erica se le ocurrió una tontería sobre como hipnotizar a un animal, pues ese era el tema de la pregunta, y me puse a escribir.
Cuando sonó el timbre indicando el final del examen, el profesor Ruiz recogió todos los exámenes y nos comunicó que los resultados de éstos, estarían al día siguiente en el tablón de anuncios que había junto al comedor del colegio.
-Creo que, si apruebo este examen, va a ser un milagro- dijo Carlos saliendo del aula de Hipnotismo y luego, preguntó:- ¿Qué tal te ha salido el examen, Carlota?
-Me parece que bien, aunque he tenido problemas con la pregunta veintiséis...
-Ya se han acabado los exámenes, así que dejemos de hablar de ellos- me interrumpió Erica.
-En eso llevas razón- dijo Héctor- Ya está bien de hablar de exámenes.
-¡Eh!, ¿qué pasa?- preguntó un contento Jorge.
-¿Te ha pasado algo?- preguntó Ania.
-Nada, sólo que me ha salido bien el examen.
-¿Nos vamos a almorzar?- preguntó Carlos dirigiéndose hacía Agua.
Durante el almuerzo, tuve un mal presentimiento. Se me cayó el tenedor y el cuchillo de las manos. Carlos y Erica, ambos a mis lados, me miraron. Mi gemela me preguntó en un susurro:
-¿Qué te ha pasado?
-Nada, sólo que se me han escapado los cubiertos- dije sonriendo levemente.
Carlos y Erica se miraron sin creerse lo que había dicho. Sabía que era otra cosa...
Después de aquel pequeño incidente, el almuerzo siguió como si nada.

Como ya se habían acabado todos los exámenes, la tarde la teníamos libre. Por eso, Erica, Carlos y yo, decidimos dar un paseo por el instituto mientras que, Ania, Pablo, Héctor y Jorge, se quedaron en nuestro departamento.
Íbamos tranquilamente por el pasillo que conducía al patio principal del instituto, cuando, por una ventana, vimos un rayo verde que procedía del Jardín Encantado. Pensamos que sería algunos alumnos para despedir el año escolar, pero nuestro pensamiento cambió al escuchar un espantoso grito que procedía del mismo lugar.
Alarmados, escuchamos un estrepitoso jaleo dentro del instituto: los profesores metían prisa a todos para que entrásemos en nuestros departamentos, había alumnos que gritaban...
Nos dirigíamos hacía Agua, cuando tropezamos con Lyra:
-¿Qué pasa?- le preguntó Carlos viendo lo agitada que estaba nuestra amiga.
-He oído que hay un monstruo en el Jardín Encantado o algo así.
Los cuatro nos miramos.
Un monstruo, eso significaba... Anabella de nuevo.
En ese instante, Jorge se unió al grupo que dijo que los profesores se habían reunido.
-Debemos avisar a los demás- dije.
-Ya me encargo yo- contestó Jorge que, en pocos segundos, apareció con los otros tres guardianes.
-No hay tiempo de explicar mucho- intervine mientras que Héctor abría la boca para pedir alguna explicación.
-Hay que acabar de una vez con Anabella- dijo Carlos sin apartar la vista del Jardín Encantado.
-Tenemos que transformarnos- dijo Lyra mientras salíamos del instituto a toda prisa.
Lo hicimos con cuidado, para que nadie se diera cuenta. Una vez en el Jardín Encantado, nos transformamos.
-Sabía que ibais a venir- dijo una voz.
Nos giramos y vimos a parecer entre los árboles a Roberto. Alguno de nosotros se llevaron un buen susto.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Ania.
-Vais a necesitar mi ayuda para acabar con esa bruja, pero teneos poco poder para hacerlo. Por eso, sacad vuestros amuletos y emblemas- respondió a la vez que sacaba de un bolsillo una esfera pequeña de color blanco.
Sacamos nuestros emblemas y amuletos a la vez que Roberto dejaba suspendida la esfera. Ésta fue atrayendo a cada emblema y amuleto hasta dejarlos en este orden: Estrella, Luz, Corazón, Amor, Luna, Esperanza, Flor y Felicidad.
Sentí como una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo y miré a mis amigos, que parecían sentir lo mismo que yo.
-¿Vamos por Anabella?- preguntó Roberto con una sonrisa.
Asentimos y los seguimos por un largo camino hasta que levantó la mano, indicándonos que nos detuviéramos.
-¿Qué su...?- empezó a preguntar Héctor.
Roberto lo mandó a callar, pues sabía que Anabella estaba cerca. Nosotros, callados, hicimos un circulo a su alrededor mediante un gesto de él.
Mirábamos a todos lados, pero sin hacer el menor ruido. De repente, se oyó un leve ruido cerca de los arbustos donde estaba Jorge. Todos nos movimos de nuestros sitios, todos excepto Roberto, que seguía sin moverse.
-¡Volved a vuestros sitios y no os mováis!- exclamó.
Y se volvió a escuchar el mismo ruido, de nuevo. Pero en esta ocasión, salió un rayo que atravesó a Jorge por el pecho y lo dejó caer hacía atrás. Sus ojos se quedaron abiertos, como si estuviese sorprendido.
Erica gritó asustada y se arrodilló junto a Jorge.
-Jorge, responde. Por favor, responde- gritaba mi hermana con el chico en su regazo.
Yo me quedé paralizada en mi sitio, como si algo me atara al suelo. Quería acudir al lado de Erica, pero no podía.
-Erica, vuelve a tu sitio- dijo Roberto.
-Pero Jorge...- su voz tembló.
-Sólo está aturdido, no muerto. Vuelve a tu sitio.
Y pese a que ella no quería dejarlo así, se levantó y se puso en su sitio, pero sin dejar de mirarlo. Un nuevo rayo salió de aquel lugar, pero, esta vez, sin aturdir a nadie, pues Roberto lo impidió creando un poderoso escudo.
Se oyó una risa.
-Sé que estás ahí, Anabella, ¡sal!- exclamó Roberto.
Una nube gris apareció delante de él. De ella, salió la malvada bruja.
-Veo que aún me sigues conociendo muy bien- dijo Anabella con una sonrisa muy pronunciada.
-Por supuesto, aunque haya estado más de cien años dormido por un hechizo tuyo, querida.
-Por lo que veo, aún sigues en el bando de los buenos, un fiel seguidor de papá y mamá. Siempre has sido un prefecto imbécil.
-A ti siempre te atrajo el mal.
-¿Cómo decía la tía Vicky?... ¡Ah, si!. Yo era la oveja negra de la familia.
Todos mirábamos a Roberto muy extrañados, pues no nos podíamos creer que fuere hermano de alguien tan malvado. Era algo ilógico.
Anabella empezó a mirarnos uno a uno, quienes aún seguíamos sin movernos de nuestro sitio.
-Estáis aquí los ocho nuevos guardianes, o ¿debería decir siete?- dijo riéndose.
Carlos agarró a mi hermana para que no se lanzara contra la bruja.
-No sé para que has traído a tantos, si voy a acabar con todos.
-¡Qué te crees tú eso!- gritó Erica mientras forjeceaba para que Carlos la soltase.
Anabella volvió a reír y se acercó a mi hermana:
-Eso lo veremos- le dijo y luego, volvió a su sitio diciendo:- Ya he acabado con uno de vosotros y me será fácil acabar con siete críos.
Roberto nos hizo otro gesto en silencio indicándonos que hiciéramos un circulo más reducido alrededor de su hermana y él, fue por Jorge, que se levantó en cuanto el noveno guardián le pasó la mano por la cabeza. Se colocó entre Erica y Lyra, mientras que Roberto se colocaba en medio con su hermana.
-¿Crees que unos mocosos podrán conmigo?
-Créelo, hermana. Son más fuerte de lo que tú crees.
-Lo veremos- dijo en tono desafiante y con un gesto de la mano, adelantó cuatro árboles.
Con otro gesto, ató a éstos a Carlos, Héctor, Pablo y Jorge.
-Buena idea, quitarnos a cuatro guardianes. Pero, tranquila, nosotras acabaremos contigo- dije algo molesta.
Y mientras yo decía esto, las otras chicas se pusieron alrededor de la bruja, excluyendo a Roberto, y levantando las manos, convocamos el poder de la energía. El rayo le dio a Anabella, quien cayó al suelo retorciéndose de dolor.
Ania la inmovilizó en el suelo, haciendo brotar del mismo unas raíces mientras que las demás fuimos a liberar a los chicos junto a Roberto.
-Buen trabajo- dijo éste desatando a Pablo.
Se escuchó un grito en el instante en el que yo liberaba a Héctor. La bruja se había liberado y había cogido a Ania del cuello.
-Suéltala, bruja asquerosa- dijo Pablo.
-¿Desde cuando un crío de catorce años ha podido con una bruja tan poderosa como yo?
-Desde hoy- dije levantando las manos hacía delante, pero de repente, caí al suelo de rodillas. Me ardía el brazo izquierdo.
A Erica y a Lyra, les había pasado lo mismo. Me miré el brazo y vi en él, un brazalete con un dibujo que reconocí de inmediato: era el dragón azul, el dragón del aire, mi elemento.
Sentí como su espíritu me daba más fuerza. Me levanté ayudada por Carlos y bajo la mirada de la bruja, que no entendía lo que sucedía.
En mis manos, en las de Erica y en las de Lyra, se formaron tres esferas de energía. Las lanzamos contra la malvada bruja, pero sólo le dieron en el brazo izquierdo. Valió para que soltase a Ania, que salió corriendo y se abrazó a Pablo.
-Será mejor si atacamos los ocho- dijo Carlos.
-Ataquemos con los elementos- sugirió Lyra.
Asentimos y empezamos a atacar:
-¡Agua!- dijeron al unísono Jorge, Héctor, Pablo, Carlos y Erica.
-¡Fuego!
-¡Tierra!
-¡Aire!
Todos los poderes se unieron en un solo rayo que, con un gesto de Roberto, atrapó a Anabella sujetándola como con una cuerda, aunque ésta se soltó con otro simple gesto.
-No vaías a poder acabar conmigo, os lo advertí. Ahora, despediros del mundo, porque voy a acabar con vosotros- dijo riendo.
Nos preparamos para lo peor. La bruja empezó a atacarnos y nosotros nos defendíamos como podíamos. Ella sólo reía y atacaba bajo nuestra desesperación.
Tuvo que pasar bastante tiempo, o eso parecía, hasta que se me ocurrió algo al ver como brillaban los amuletos. Me dirigí hacía Roberto, que estaba impidiendo que unos arbustos, que habían cobrado vida, atacaran a Carlos y a Lyra.
-Se me ha ocurrido algo. Creo que si la rodeamos con nuestros amuletos y emblemas, podríamos acabar con ella- dije esquibando un rayo.
-Estupendo. Voy a distraer a mi hermana y vosotros atacáis- dijo intentando que otro rayo no diese a Carlos, pero fue en vano. El rayo le dio en el hombro.
Todos los demás guardianes dejaron de atacar y dejaron a Roberto sólo con Anabella, por medio de una orden de éste. Nosotros hicimos un circulo, de nuevo, y pusimos, delante nuestra, a nuestros emblemas y amuletos, de la misma forma en que se encontraban en el amuleto sagrado.
-¿Qué pretendéis?- preguntó Anabella. La noté asustada.
-Pretenden acabar contigo- dijo Roberto que, me miró indicando que ya era hora de actuar y yo asentí.
Miré a mis compañeros y empecé a decir:
-Estrella.
-Luz.
-Corazón.
-Amor.
-Luna.
-Esperanza.
-Flor.
-Felicidad.
De cada emblema y amuleto, salió un rayo blanco, que se unieron encima de la cabeza de la bruja. Luego, Erica, Ania, Lyra y yo, nos quitamos los brazaletes y de ellos salieron los espíritus de los dragones que, se pusieron a girar alrededor de la malvada bruja.
-¡Unid vuestras manos para poder destruirla!- gritó Roberto que estaba atrapado junto a su hermana.
-¡Tú...!. Voy a acabar contigo- gritó Anabella muy enfadada.
Con un gesto de la mano, hizo volar a Roberto, el cual fue a parar al tronco de uno de los árboles más cercanos. El hombre, cayó desmayado.
Los ocho guardianes, nos miramos y unimos nuestras manos a la vez que mirábamos a la bruja. Ésta nos miró, mientras aquellos rayos y los espíritus de los cuatro dragones, la atravesaron. Se oyó un último grito y Anabella quedó reducida a cenizas, las cuales ardieron durante unos minutos.
Pablo y Héctor fueron por Roberto. No se había hecho más daño que una pequeña brecha en la cabeza, que la curó Jorge cuando el hombre llegó a nuestro lado.
-Habéis hecho un buen trabajo. Os felicito. Creo que el director le va a interesar esto- dijo haciendo aparecer una pequeña urna, donde metió las cenizas de su malvada hermana y añadió: -Tengo que ver esa herida, Carlos.
-No es nada.
-Insisto, Carlos- dijo Roberto, mirándome de reojo.
El chico se acercó a él y, luego, Roberto lo curó.
Antes de regresar a nuestro instituto, nos volvimos a transformar. En la puerta de éste, nos esperaban los directores y el profesor Bejar, que nos conducieron al despacho de los primeros. Al llegar allí, el director nos miró uno por uno y dijo:
-Muy buen trabajo, chicos. Debo de reconocer que no me esperaba que lo hicierais tan bien. Ha sido un trabajo sensacional.
-Los anteriores guardianes estarán muy orgullosos de sus herederos- dijo el profesor Bejar.
-Sería mejor que fueran ellos quienes los felicitaran, ¿no crees, querido?- dijo la directora.
El director Bass asintió y una luz cegadora, inundó la estancia. De ella, salieron los anteriores guardianes.
-Por lo que ha dicho Daniel, ha sido un trabajo fabuloso- dijo Rodrigo, el padre de Carlos.
-Creo que nosotros no lo hubiéramos hecho mejor- dijo Paul, el padre de Lyra.
-Han tenido más valentía que nosotros- dijo Diana, madre de Carlos.
-No es para tanto- dijo Carlos ruborizándose y pasándose la mano por el pelo, algo que hacía cuando se ponía nervioso.
Todos los presentes, reímos.
Era verdad, habíamos hecho un buen trabajo, trabajando todos a una y eso nos había hecho ganar la primera batalla de las muchas que debíamos de afrontar.

Una vez que llegamos al salón de Agua, caímos en los sillones y sofás, rendidos. Cuando nos despedimos de Lyra, ésta nos dijo que, lo primero que haría en cuanto llegase a su dormitorio, sería meterse en la cama.
-Esta pelea, ha sido agotadora- dijo Jorge conteniendo un bostezo.
-Estoy que no puedo más- dijo Carlos.
-Te has llevado un buen golpe, y tú también, Jorge.- dije.
-Son fuertes- dijo Erica mirando a Jorge.
-Yo me voy a dormir. No puedo más- dijo Héctor con un bostezo.
-Lo bueno de todo, es que ya ha terminado- dijo Carlos mirando la cascada que salía de la pared.
-Esa bruja ha sido muy dura hasta que la hemos vencido del todo- dijo Ania.
-Durante la pelea, hubo un momento en el que pensé que, con el mínimo gesto de su mano, nos mandaba para el otro barrio- añadió Pablo mirándonos a todos.
-Estoy contigo- dijo Héctor, levantándose del sofá- Sólo espero que no haya otra bruja o mago tan malo cono ella.
-Ya creo que los habrá- dije. No me refería a nadie en concreto, pero estaba segura que Anabella no era el único ser malvado del universo mágico.
Mientras me metía en la cama, pensé en lo sucedido durante el curso. Si alguien me hubiese dicho que esto iba a pasar, no me lo hubiera creído. Mamá tuvo razón en decirnos a Erica y a mí que, estudiar en Link, iba a cambiar nuestras vidas.
Y desde luego que habían cambiado.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Capitulo 14: Exámenes finales (Erica)

Marzo acabó y abril empezó, para muchos fue una desgracia, con el anuncio de los exámenes finales.
Eso pasó con la profesora Macintosh, de Zoología Mágica, una mujer con pelo entrecanoso, pero su cara correspondía a la de una chica de unos veinte años. Aquella mañana de jueves, compartíamos la clase con los de primero del departamento de Fuego.
-¿Quién me puede decir qué son los Clurianes?
Levanté la mano y la profesora hizo un gesto con la cabeza para que respondiera:
-Son criaturas con pocos escrúpulos, aunque son incapaces de hacer daño. Viven en bodegas y siempre actúan solos. Miden alrededor de quince centímetros. Suelen llevar un gorro rojo de dormir y un mandil de cuero. Sólo viven en Irlanda- respondí.
-Estupenda respuesta, Erica. Tienes un positivo más para tu nota final. Vamos con otra pregunta, ¿qué son los Tarans?- preguntó y le indicó a un alumno de Fuego que respondiera.
-Los Tarans son los espíritus de los bebés que han muerto sin ser bautizados.
-Excelente. Otro positivo para ti. Para la próxima clase, quiero un texto sobre Equidna, Alven y Kelpies. Esa nota influirá en vuestra nota final. Ahora, recoged y derechos a vuestra próxima clase- dijo la profesora Macintosh con una sonrisa.
Mientras nos levantábamos de los pupitres, le oí decir a Pablo:
-¡Vaya!. Hay que hacer una redacción sobre tres criaturas mágicas que, averigua tú, lo que son.
-Tenemos a Carlota, que de esto sabe- dijo Ania cogiendo a mi hermana del brazo.
-Vosotros no atendéis, ¿verdad?- contestó Carlota.
-Yo si- dijo Lyra que pasó con unas compañeras de departamento. Sonrió y se fue.
-¿Nosotros?. En ésta, no- dijo Héctor y todos reímos. Mi amigo había dado en el clavo.
Como después de la clase de Pócimas teníamos un descanso, decidimos adelantar el trabajo de la profesora Macintosh. Carlota terminó el suyo en pocos minutos y en él se podía leer:

Carlota Luna-1º Año-3 de Abril-Agua

Trabajo de Zoología Mágica:

EQUIDNA: Criatura mágica que, en la mitología griega, era un animal fabuloso mitad serpiente y mitad mujer.
ALVEN: Criatura de apariencia humana, pero transparente. Son bastante ligeros y se desplazan por el aire con mucha rapidez. Viven en los estanques, arroyos y lagos que están próximos a los poblados de las hadas.
Kelpies: Sólo viven en los ríos de Escocia. Pueden adoptar apariencia humana, pero es muy normal que aparezcan con la apariencia de jóvenes corceles blancos.

-¿Tenía o no razón en que Carlota de esto sabe?- preguntó Ania cuando vio que mi hermana hubo terminado su trabajo antes de que ella terminara con la primera criatura mágica.
Carlos miró a mi hermana gemela y le guiñó un ojos.
Los demás tuvimos que dejar nuestros textos para más tarde, pues el timbre sonó, anunciando el volver a clases. Para nosotros era ir a Literatura y Poesía.
Aquella clase se hizo amena, pues el profesor Black siempre le gustaba irse de las ramas. Después de esa clase, teníamos el almuerzo. Así que, subimos a Agua y entramos en el comedor.
-A ver... ahora tenemos Futurología- dije sentándome en mi sitio habitual.
-¿Dónde os habéis metido durante todo el día?. No os he visto- preguntó Jorge sentándose a mi derecha, lo que hizo que me sonrojara un poco.
-Pues nada, que nos hemos ido de fiesta con los profesores- contestó Carlos.
-Muy buena fiesta- contestó Jorge llenando su plato de arroz.
Almorzamos y, hasta que tocó el timbre de nuevo, nos pusimos a terminar algunos deberes.
Cuando terminaron las clases de ese día, Ania, Carlota y yo, bajamos al pabellón, pues mi amiga y mi hermana tenían entrenamiento. Yo sólo fui para verlas.
-Ya sabéis que tenemos que pasar las semifinales, tenemos que conseguir la copa este año, como sea. No podemos permitir que nos la quiten otra vez, ¿vale?- dijo Esther, la capitana.
-Claro que lo sabemos, pero sabes que las chicas de Energía son bastante fuertes- dijo Lourdes, otra de las jugadoras del equipo.
-Son más fuertes desde el mes pasado, ¿no visteis la paliza que le dieron a Tierra?. Sólo había que ver sus caras- añadió Ania.
-Con la magia, todo es posible- dijo Carol, otra jugadora, jugando con la pelota.
-¿Estas diciendo que las chicas de Energía han usado la magia para ser más fuertes?- preguntó Carlota arqueando las cejas.
-Carol puede tener razón, Carlota. No es normal que sean tan buenas cuando siempre han sido las peores del instituto. Ahora son mejores que las de Aire y de eso me doy cuenta hasta yo- dije viendo como Esther me miraba.
-Estoy de acuerdo contigo, Erica. Para no ser jugadora, observas muy bien a los demás equipos.- contestó ésta- Vamos a entrenar un poco.
Sonreí satisfecha a la vez que la capitana repartía a sus jugadoras en equipos de tres: Carlota, Carol y ella, en uno y, Lourdes, Ania y Emma, en otro. Practicaron de todo para poder pasar las semifinales.
Y después de dos horas de entrenamiento, nos dirigimos a Agua para que Ania y Carlota se dieran una ducha, al igual que las otras chicas.
-Oye, ¿no es mucho tiempo sin saber de Anabella?- preguntó Ania casi llegando a nuestro departamento.
-Ya, pero Anabella está encerrada en su cuadro y no creo que de más quebraderos de cabeza- contesté.
-Eso espero- suspiró Carlota.
Aunque la verdad era que, nuestra misión aún no estaba del todo acabada. La malvada bruja había vuelto a romper el huevo donde estaba encerrada. Pero, para la batalla contra ella, contaríamos con la ayuda del noveno guardián.

El domingo llegó y con él, el partido. Tanto mi hermana como Ania estaban hechas un flan. Aunque los nervios ya se habían apoderado de ellas el día anterior.
La mañana transcurrió entre tranquilidad y nerviosismo, pero también hubo tiempo para alguna que otra charla de Esther, en el departamento, de las cuales, yo me iba, pues me estaba poniendo más nerviosa que las propias jugadoras.
Como cada fin de semana, fuimos a almorzar al comedor del colegio. En el momento en el que Carlota entró en él, los nervios se apoderaron de ella, más aún si podía ser, algo que notamos Carlos y yo, que íbamos con ella. Mientras nos sentábamos, Carlos intentó tranquilizarla:
-Tranquila, verás como todo sale como queréis.
-Es verdad, hermanita. Ahora, come que necesitas fuerzas- le dije con una sonrisa.
-¿Qué le pasa?- preguntó Fran, al ver la pálida cara de nuestra hermana.
-Sólo está nerviosa por el partido, Fran- contesté llenando mi plato de patatas fritas y vertiendo por encima, una considerable cantidad de mayonesa.
Mi hermano mayor le dio unas palmaditas en el hombro a Carlota y se sentó junto a Esther. Algo me decía que había algo entre ellos...
Héctor, Jorge, Pablo y Ania, llegaron y se sentaron con nosotros. Ania estaba como mi gemela, pero no tan pálida. Jorge, notando la cantidad de mayonesa de mis patatas, me dijo:
-Un día de estos, te da algo con tanta mayonesa.
Sin levantar la mirada del plato, me molesté en decir:
-La mayonesa, a parte de varias personas más, es la única que me quiere en esta mesa.
Carlos y mi hermana se miraron y soltaron una risita.
Después del almuerzo, Esther reunió a todas sus jugadoras en el banquillo del campo de juego, para darles las últimas instrucciones. Carlos, Héctor, Pablo, Jorge y yo, nos sentamos en las gradas. Lyra se acercó a nosotros con varias compañeras de su departamento.
Aquel día, el árbitro sería la profesora González, de Educación Física. Ésta hizo aparecer, en medio del campo, una red que lo dividió en dos e hizo que los dos equipos se pusieran en posición.
-¿Preparadas?- preguntó y ambas capitanas, asintieron. La profesora lanzó la pelota hacia arriba y la recibió el equipo Agua.
A los diez minutos, Agua se anticipó, pero su alegría se difuminó, porque Energía empató.
A partir de ahí, las chicas de Agua, hicieron lo imposible para que la pelota no tocara el suelo. Incluso Ania se comunicó con Carlota, a través de su telepatía, algo que escuchamos los demás guardianes allí presentes:
-"Carlota, usa el aire para que la pelota no llegue al suelo".
Mi hermana asintió y en ese instante, la profesora advirtió el cambio de campo, con el marcador a favor de Energía.
A poco más de tres minutos para el final, Energía estuvo a punto de empatar, por quinta vez, el partido. Pero no lo hicieron, gracias a una intervención conjunta de Carlota y Esther, que se lanzaron al suelo para darle al balón, que pasó al otro lado de la red y tocó el suelo dando la victoria al equipo de mi departamento. La primera semifinal estaba ganada y el marcador reflejaba el triunfo:
Energía: 60- 61- Agua.
Salté al campo para abrazar a Ania y a mi hermana.
-¡Habéis ganado!- grité mientras las abrazaba.
Ambas sonrieron. Luego, Carlota se abrazó a Carlos.
-Al final, los nervios no te han traicionado.
Vi como mi gemela abría la boca para contestar, pero llegó Fran diciendo:
-¡Ey!, que tú no eres el único que tiene derecho a felicitar a la belleza de mi hermana.
La abrazó mientras Carlota me miraba y nos reíamos. Luego, fue Lyra quien la felicitó.
-Te pido que nos metáis una paliza cuando juguéis contra nosotras.
-Eso díselo a la capitana- contestó con una sonrisa.

Cuando Ania y Carlota salieron de la ducha, las acompañé hasta nuestro departamento.
-A Carlos se le ve muy enamorado de ti- dijo Ania.
-Pues si te digo la verdad, no esperaba que esto sucediera.
-El roce hace el cariño- canturreé.
-A mí eso no me funciona- dijo Ania un poco triste.
-¿Lo dices por Pablo?. Nadie sabe si él también te corresponde. Además, parece que nuestro destino es terminar con nuestros compañeros: Erica con Jorge, Lyra con Héctor, Pablo y tú, Carlos, conmigo...
-¡Es verdad!. Pero yo con Jorge tengo las mismas esperanzas que de conocer a alguien famoso, vamos- dije mirando a mi hermana y a mi amiga.
-Quien sabe...- dijo Ania.
Cuando entramos en nuestro departamento, sólo estaban Jorge, Pablo, Héctor y Carlos. Había algo en sus caras que hacían que sospecháramos de que se traían algo entre manos.
-¿Y los demás donde están?- pregunté mientras se abría la puerta del salón y entraban las demás jugadoras.
-¿Dónde está la gente?- preguntó Emma mirando a los presentes.
-Me ha dicho Luis que, cuando estuvieseis las seis, que fuerais al comedor- dijo Pablo.
Nadie dijo nada más y Esther, junto a Emma y Lourdes, entraron en el comedor de nuestro departamento, seguidas de las demás. El comedor estaba totalmente a oscuras.
-¿Qué pasa...?- empezó a decir Esther.
De repente, la luz volvió y un gran estruendo, sobresaltó a las seis jugadoras y a mí. Había una gran pancarta, que se extendía de un extremo al otro del comedor, que decía: A POR TODAS, CAMPEONAS.
Sobre las tres mesas, había bastante comida. De los estandartes con los escudos de Agua, salía agua, pero no llegaban al suelo.
-¡Esto es increíble!- exclamó Carlota.
-Adelante, hermanita- dijo Fran.
Y la fiesta duró hasta la una de la madrugada, hora en la que llegó el profesor Bejar con la excusa de que, al día siguiente, teníamos clases.
-Estoy más cansada que el día en que luchamos con Anabella- dijo Ania acomodándose en su cama y mirándonos a mi gemela y a mí.
-Y que lo digas. Menos mal que eso ya es tema zanjado- contestó Carlota.
Pero mi hermana estaba equivocada, mejor dicho, los ocho guardianes lo estábamos.
Creíamos que todo estaba acabado, pero la verdad no era así. Aunque la batalla la teníamos más cerca de lo normal.
Quizá la solución, sería acabar con la malvada bruja para que no hiciera más mal. Si, eso sería lo ideal.
Y pronto llegaría ese día, muy pronto...

viernes, 9 de diciembre de 2011

Capitulo 13: Erica, herida (Carlota).

A mediados de febrero, las clases empezaron a endurecerse. Todas las asignaturas empezaban a ser más duras y complicadas. Sólo se podían salvar Dibujo y Educación física mágica.
Los Ocho Guardianes aprovechabamos nuestro poco tiempo libre para estudiar, hacer los deberes y buscar algo con qué ayudar a las ninfas.

Un sábado, a finales de febrero, decidimos darnos un pequeño descanso. Fuimos a pasear, los ocho, por el Jardín Encantado. Mientras lo hacíamos, oímos un ruido parecido al que hizo Natasha cuando apareció. Incluso, creímos que era ella. Por eso, Erica fue a ver si era la ninfa, cuando, de repente, cayó de espalda inconciente. Ania y yo nos arrodillamos junto a ella, intentando reanimarla mientras los demás buscaban algo, pero fue Carlos quien la vio:
-Carlota, Anabella ha sido quien ha atacado a Erica.
-¿C´mo?, pero Erica está viva, tiene pulso- dije con la cabeza de mi gemela apoyada sobre mis piernas.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas, pues me había temido lo peor.
-Es mejor que avisemos a alguien- dijo Lyra asustada.
-Yo me quedo aquí con ella. Id vosotros- dije secandome las lágrimas con la mano.
-Iremos nosotros y que la chicas se queden contigo, Carlota- dijo Carlos.
Asentí y capté la mirada de Jorge. En su rostro se podía ver la misma preocupación que yo tenía po mi hermana, pero en ese instante, no me podía imaginar el por qué. La miró una última vez y se fue junto a lo otros tres chicos.
Poco tiempo después, llegaron junto al director Daniel Bass. No hizo ninguna pregunta, simplemente hizo aparecer una camilla y trasladó a Erica a la enfermería del instituto.


A los dos días, Erica despertó en la enfermería. Ania, Lyra, Pablo, Carlos, Héctor y Jorge, venía, todos los días a verla. Yo no me separé, ni un momento, de su lado, al igual que mi hermano Fran. Vivimos esos días sumidos en una ansiedad terrible, teníamos miedo de que nuestra hermana no despertase.
Tanto la doctora como la enfermera que estaban al cuidado de Erica, nos decían que debíamos descansar, sobre todo me lo decían a mí, pero ninguno quería separarse de ella. Incluso, nos lo dijo cuando mi gemela despertó, alegando que ella necesitaba descansar, pero fue la propia chica la que le dijo a la enfermera:
-Andrea, por favor, dejelos aquí un poco más. Son mis amigos.
-De acuerdo, pero tienen que descansar, y usted, también.
-Muchas gracias.
Y allí nos quedamos, hasta la hora de la cena.
Si todo seguía como ahora, le darían el alta a Erica al día siguiente. Y así fue.
Estaba totalmente recuperada y ya no servía para nada que siguiera en la enfermería.
Cuando Erica llegó al departamento, lo primero que hizo fue preguntar si ya habíamos encontrado algo con que ayudar a las ninfas. Algunos si habíamos encontrado algo, a ver si servía...

Febrero ya estaba acabado, cuando, la mañana del veintiocho de este mes, me desperté y encontré una carta a los pies de mi cama. Era de las ninfas. La leí y respondí con lo siguiente:
"Hemos encontrado algunos hechizos.
Esperamos que sean suficientes para matar
a la araña. Si sucede algo o hay algún
indicio que la bruja vuelva a atacar,
avisadnos y acudiremos en
vuestra ayuda.
Carlota"
Después me vestí y esperé a Ania y a Erica para ir a la ratonera. Elegía a un ratón con una cara adorable, metí la carta en una pequeña bolsita que tenía en en cuello y lo solté. Parecerían ratones normales si no corrieran demasiado y llegaran al destino en un abrir y cerrar de ojos. Aproveché la estancia allí para enviarle una carta a mis padres contandoles lo sucedido a mi hermana, pero que no se preocupasen, que ella ya estaba bien. Ni Fran ni yo les contamos nada antes, pues estabamos muy asustados y preocupados por nuestra hermana.
Una vez ya en clase, Erica empezó a escribir algo en su libreta, la cual empezó a soltar pequeños gritos al ver que, lo que escribía, no eran los deberes. Se calló en cuantro ella le dio un golpe.
-¿Qué haces?- pregunté en un susurró- Te va ha pillar el profesor.
Erica me hizo caso omiso y siguió escribiendo.
Diez minutos antes de terminar la clase, mi hermana me pasó su libreta. Había escrito un hechizo, el cual me dejó sorprendida, pues no sabía que a mi gemela se le dieran tan bien estas cosas. El hechizo decía:
"Araña, nuestra paz y la de nuestras amigas las ninfas, has pertubado de nuevo. Por esa razón, tú te has de quedar encerrada en este cuadro y en el infierno te has de quemar".
Arranqué la hoja y la doblé. La libreta soltó un grito, que quedó amortiguado por el movimiento de los pupitres. Erica guardó la libreta en su mochila, mientras que yo guardaba la hoja en mi chaqueta. Salimos de clase y yo, intenté reunir a todos mis compañaros guardianes. Quería enseñarles el hechizo de Erica.
A Jorge lo encontré saliendo del baño de los chicos y a Lyra, hablando con unas compañeras de su departamento.
-No sabía que tuvieses tanto talento- dijo Lyra cuando leyó el hechizo y se lo pasó a Jorge, que se limitó a leerlo.
-Sólo me vinieron las palabras a la cabeza y las escribí.
-Eres muy buena- dijo Héctor y en ese momento, sonó el timbre que indicaba el fin del descanso.
-Gracias- dijo Erica agradecida y miró a Jorge, quien parecía muy entretenido con los cordones de sus zapatos.
Todos salimos del patio y nos dirigimos a nuestras clases.
Jorge iba el último. Erica se separó de mí u agarró a nuestro amigo del brazo.
-Jorge, esto no puede seguir así. No podemos estar sin hablarnos por una tontería.
-Yo no soy el que te ha dejado de hablar. Has sido tú, que te enfadaste porque esa chica me besó sin que yo quisiera en el baile de nochevieja.
-Lo sé, perdona. ¿Volvemos a ser amigos?- preguntó Erica.
-Si, claro -contestó Jorge con una sonrisa.
Erica se puso de puntillas y le besó en la mejilla. Luego, salió corriendo hacía mi y fuimos a clase. En cuanto llegó el profesor Bejar, nos mandó a callar.
-Hoy vamos a estudiar hechizos de combate, precisamente, el hechizo de defensa. Pero antes de practicarlo, vamos a leer su explicación en el libro. Señorita Ramirez, lea- dijo el profesor y, una chica de nuestro departamento, empezó a leer.
Cuando la chica terminó, el profesor Bejar preguntó:
-¿Alguna duda?
-Si, profesor- dije levantando la mano.
-Diga, Carlota.
-En el libro se explica que el hechizo se realiza en casos de mucho peligro, pero usted no ha dicho que también sirver para otros casos menos graves- expliqué.
-Es verdad, pero debo explicaros que este hechizo si vale, como ha explicado vuestra compañera, para casos menos graves, aunque no para, como por ejemplo, defenderos de un hada malvada o otra cosa parecida. Para eso está el hechizo que os enseñé a principios de curso, ¿entendido?.
Los alumnos asentimos. Sonó, en ese momento, el timbre que avisaba el fin de las clases de ese día.

A principio de marzo, en los departamentos, apareció un nuevo aviso. Éste indicaba que estaban por empezar las semifinales del campeonato de voleibol.
CAMPEONATO DE VOLEIBOL:
Se comunica que, el domingo 7 de Abril, será la primera semifinal del
campeonato que enfrentara al equipo del
departamento Energía con los demás equipos.
Recordamos que, el primer partido, empezará a
partir de las 15.00 de la tarde.
Atentamente, Fiona Bass.
-¡Ostras!. No me acordaba que la primera semifinal era contra Energía- dije mirando a mi amiga.
-Llevas razón- respondió Ania.
-Ahora, tenemos menos tiempo para ocuparnos de la misión- dije algo preocupada.
-No os preocupeís, nosotros cinco podremos con todo- dijo Erica haciendo un gesto de fuerza.
Sonreí y les pregunté a los chicos que si jugaban un partido de voleibol. Era sábado y no había nada mejor que hacer, así que aceptaron. Al llegar al pabellón de deportes, nos repartimos en equipos mixtos: Carlos, Erica, Héctor y Ania, en uno y, Jorge, Lyra, Pablo y yo, en otro.
No llevaríamos ni una hora jugando, cuando escuchamos un ruido. La pelota quedó suspendida en el aire, inmóvil, paralizada por Erica.
-Ya empezamos...- murmuró mi hermana.
-¿De dónde vendrá ese ruido?- preguntó Ania mietras que, Erica bajaba el balón.
-Parecía provenir del Jardín Encantado- respondió Héctor echando un vistazo por una de las ventanas.
-Las ninfas nos dijeron que hasta mayo no volvería a aparecer- dije después de guardar el balón.
-Recuerda que ya ha aparecido antes- dijo Lyra y con un gesto de la cabeza, señaló a Carlos y a mi hermana gemela.
-Sólo hay una forma de averiguarlo- dijo Carlos.
-¿Yendo a ver si se ha escapado?- preguntó Erica.
-Recuerda que tengo la capacidad de recuerdo, así que, puedo saber si se ha escapado o no.
-No sé si esa utilidad servirá de mucho- oí murmurar a mi gemela.
-¿Vamos?- pregunté dirigiendome, junto a Ania, hacia la puerta.
En poco menos de quince minutos, ya estabamos en el pasillo de las cocinas. Desde luego que la bruja estaba allí, pero lo que no nos imaginabamos que aquello era una especie de espejismo. Aunque ninguno lo podríamos averiguar con nuestros poderes.
Necesitabamos a Roberto, el guardían del amuleto sagrado.

Capitulo 12: Las ninfas necesitan nuestra ayuda (Erica)

Las vacaciones de navidad estaban llegando a su fin.
Ania, Pablo y Lyra llegaron el último día de vacaciones. Y nada más llegar, puse al corriente de todo lo sucedido entre Carlota y Carlos, a Ania y Lyra.
-¡No me puedo creer lo que me estás diciendo!- dijo Lyra una vez que hubo soltado su equipaje en su departamento.
-Como os lo cuento. Tenéis que ver la cara de felicidad que tiene mi hermana desde entonces.
-Si yo hubiese sabido que esto iba a suceder, no me había ido- dijo Ania emocionada.
Las tres reímos.
Nos encontrábamos en nuestro patio favorito, era donde nos reunimos los ocho por primera vez y donde probamos nuestros poderes.
-Es increíble. Ahora, a parte de ser pareja como guardianes, lo son en la vida real.- dije.
-Todavía no me lo creo. Sabíamos que se gustaban, pero no que sucediere esto- dijo Ania haciendo gestos con las manos.
Lyra y yo asentimos. En ese momento llegaron Carlos, Héctor y Pablo.
-¡Ey, Carlos!. ¿Dónde está mi hermana?.
Él se limitó a encogerse de hombros y se sentó, junto a los otros dos. Nosotras nos levantamos y fuimos en busca de mi gemela. La encontramos en la sala de los espejos comunicantes, hablando con una amiga de la infancia.
-Clara, te tengo que dejar. Han llegado mis otras amigas y las quiero saludar. Hablamos otro día, ¿vale?
-Claro, hasta otro día. ¡Adiós!- dijo la chica y su imagen se desvaneció.
-¡Hola!, ¿ya estáis aquí?. ¡Qué alegría!- exclamó Carlota dándole besos a nuestras dos amigas.
-¿Qué te dije?- le susurré a Ania mientras mi hermana saludaba, por segunda vez, a Lyra- Está como una cabra.
Ania dejó escapar una risita. Carlota me miró.
Después, las cuatro amigas, nos dirigimos a Agua. Allí nos encontramos con los chicos. Carlota y Pablo, se saludaron.

A la hora de la cena, el director soltó un pequeño discurso:
-Ya que estáis aquí de vuelta todos, os puedo soltar otro discurso- miró a los otros profesores, que soltaron unas risitas- Veamos... esto... ¡Ah, sí!. En este trimestre, aprenderéis la mayoría de las cosas más importantes del curso, así que, os recomiendo que utilicéis bastante bien vuestros cerebros. Ahora, comed para que recogías todo lo bueno y desarrolléis vuestra inteligencia que sé que muchos la tenéis muy grande.
Todos los alumnos y profesores, reímos y aplaudimos. Acto seguido, hicimos caso al director y empezamos a comer.
-Hay que ver como te ha cambiado la cara, Carlota- dijo Ania.
-¡Qué va!- exclamó mi hermana con una sonrisa.
-¡Que no dice!. Si te pasas todo el día sonriendo- corroboré cogiendo mi copa llena de agua.
Las tres reímos y seguimos comiendo, hablando de nuestras cosas, sobre todo de la recién empezada relación entre Carlota y Carlos.

Una vez en el salón de Agua, decidimos sentarnos un rato en los sillones. Jorge decidió irse a dormir, algo que resultó muy raro, dado que siempre se quedaba con nosotros.
-Oye, ¿ha pasado algo estas vacaciones?- preguntó Ania viendo como Jorge abría la puerta del pasillo de las habitaciones de los chicos.
-¿Por qué lo preguntas?- preguntó Héctor a su vez.
-Porque Jorge se quedaba antes todas las noches con nosotros y hoy apenas nos ha dirigido la palabra a ninguno- respondió Ania.
-¡Si yo te contara!- exclamó Carlota mirandome.
-¡Cuenta!.
-Es muy tarde y mañana hay clases- dije antges de que mi hermana abriese la boca.
Y sin decir nada más, nos deseamos buenas noches y nos fuimos a dormir.
Estando en nuestra habitación, Ania preguntó de nuevo que qué pasaba con Jorge. Insistió tanto que tuve que contarle lo sucedido.
-¡Vaya tontería!. ¿Por eso no os habláis y él apenas nos habla a nosotros?
-Si, pero a mí no me parece una tontería- dije acomodandome en mi cama.
-Vale, pero eso de que os hayáis enfadado porque él ha ido al baile con otra chica y los piyases besandoses, es una tontería, Erica. Es mi opinión- contestó Ania metiendose en su cama.
Me encogí de hombros, les deseé buenas noches y cerré los ojos. Carlota apagó la luz que procedían de las antorchas de la habitación.
A la mañana siguiente, todos fueron prisas. Fuimos rápidamente nueva en nuestro departamento y llegamos con el tiempo justo a la clase de Pócimas, así que nos libramos de ser explusados por la profesora Ramos.
-Hoy vamos a empezar con el capitulo seis, titulado "Las pociones para dormir". Como veréis, Adolfo Ruiz dice que estas pociones son buenas para dormir a nuestros enemigos. Ahora quiero que os leáis este captulo y después, si queda tiempo, practicaremos alguna poción.
Y la clase se sumió en un silencio absoluto. La profesora se percató de que no había muchas ganas de hacer pócimas después de las vacaciones, por eso, dejó pasar el tiempo hasta el final de la clase. Pero, cinco minutos antes de terminar, el profesor Valverde entró en ella, llamando antes. Nos saludó a los alumnos y se dirigió a la profesora Ramos. Le dijo algo y nuestra profesora, asintió. Después, el profesor ser marchó.
-Escuchadme. El profesor Valverde me acaba de decir que esta tarde tenemos junta de profesorado, así que, tenéis la tarde libre.
La clase estalló en aplausos.
Como era la última clase antes del almuerzo, nos dirigimos hacia nuestro departamento, después de despedirnos de nuestra profesora y de salir del aula.
-¿Qué hacemos esta tarde?- preguntó Jorde que, ahora hablaba con todos menos conmigo.
-Podemos dar un paseo por el Jardín Encantado, eso sí, Carlos que esté lejos del límite del jardín.- dijo Carlota.
A todos nos pareció muy buena idea. Así que, después de almorzar, bajamos hacía el vestibulo, donde nos encontramos con Lyra, que aceptó venir con nosotros.
Mientras paseabamos por el jardín, escuchamos unos ruidos. Paramos y, de unos arbustos cercanos, salió una hermona muchacha. La reconocí de inmediato, era una ninfa. Era rubia, sus ojos eran de un azul muy claro y llevaba una hermosa tela, a modo de túnica, en color rosa palo. Nos miró a los ocho amigos y empezó a hablar:
-Me llamo Natasha y necesitamos vuestra ayuda, guardianes. La viuda negra nos tiene amenazadas a todas las ninfas. Nuestra jefa no puede combatir con ella, pues está herida después de pelear contra ella.
-¿Cómo os podemos ayudar?- preguntó Héctor.
-Sólo podéis matarla. Esa es la única opción y según nuestras mediciones, volverá a aparecer en mayo.
Luego, desapareció sin más.
Carlota echó a correr hacia el instituto, algo que ta me sacaba de quicio, pues echaba a correr sin decir nada. La seguimos hasta llegar a la biblioteca, donde se puso a dar ordenes como una loca:
-Erica, Ania y Jorge, poneos a buscar por la sección de animales. Pablo, Lyra y Héctor, ir a la sección de hechizos de fuerza oscura y tú, Carlos, conmigo.
Mi hermana y Carlos se dirigieron a la sección de hechizos raros. Cogieron todos los libros que pudieron y se pusieron en una mesa ellos dos solos. Héctor se dirigió, con unos libros en los brazos, hacia allí, pero lo cogí del hombro y negué con la cabeza. Nos sentamos cerca de ellos, pero en otra mesa.
-¿Qué es lo que te preocupa, Carlota?- oí preguntar Carlos a mi hermana gemela.
-No poder ayudar a las ninfas ni poder acabar con Anabella.
-Claro que podemos, somos un grupo, recuerdalo.
Carlota le sonrió y siguió buscando, como todos, hasta la hora de cenar. Subimos a Agua, pero antes nos despedimos de Lyra. En todos había un único pensamiento: Poder ayudar a las ninfas.

Por la mañana, nos despertamos un poco cansados y eso lo decía Ania mientras miraba su horario (igual para todos los de primer año deAgua), en el que se leía:
Martes- 1º Curso- Departamento Agua.
9.00- 10.00 : Levitación.
10.00- 12.00: Física Mágica.
12.00- 12.30: Descanso.
12.30- 13.30: Transfiguración.
13.30- 14.30: Almuerzo.
14.30- 16.00: Zoología mágica.
16.00- 18.00: Dibujo mágico.

-¡Dios, qué día nos espera!- dijo llegando al comedor de Agua.
-Yo no he podido pegar ojo, ¿y vosotros?- preguntó Héctor.
-Me parece que ninguno.- respondí mirando la cara de mis seis amigos.
-Una pregunta que me invade desde ayer, ¿las ninfas no van siempre detrás de los faunos?- preguntó Jorge mirando a todos, salvo a mí, como de costumbre.
-Yo también creía eso- respondió Pablo mientras entrabamos al comedor.
-Para que veaís que todo no es como lo pintan- dijo Carlota.
Mi hermana y yo nos miramos y esbozamos una sonrisa. Era nuestra costumbre desde que apareció aquella habitación el día uno de enero. La estancia era bastante grande, estaba pintada de azul, había cuadros de criaturas acuaticas y tres mesas: una para los alumnos de primero y segundo, otra para los de tercero y cuarto y, la última, para los de quinto.
-¿Sabeís?. Me encanta la desición de los directores- dijo Carlos poniendo sus brazos sobre los hombros de Carlota y míos.
Nosotras reímos y nos sentamos en nuestra mesa. Y, después del desayuno, bajamos para la primera clase del día: levitación
En aquella ocasión, la profesora Sáez, se limitó a decir que leyesemos el capitulo diez y que hicieramos los ejercicios. Después, salimos de esta clase y nos dirigimos hacía la clase de Física Mágica. Duraba dos horas, las cuales pasaban lentas, muy lentas...

El día para seis de los siete guardianes que perteneciamos a Agua, se nos hizo muy largo. Por eso, caímos rendidos en los sofás y sillones de nuestro departamento cuando acabamos las clases. Estuvimos así hasta la hora de la cena, haciendo deberes y estudiando.
-En cuanto cene, me acuesto- informé conteniendo un bostezo mientras me sentaba en la mesa para cenar.
-Yo estoy contigo- dijo Ania y mi hermana asintió dandole la razón.
Y, efectivamente, una vez cenamos, las tres chicas nos fuimos a dormir, aunque Carlos, Héctor y Pablo, no tardaron mucho en hacerlo. De lo que haría Jorge, no tengo ni idea.
Lo que no nos imaginabamos, o no esperabamos, era que, todavía quedaban varias pruebas que superar.
Una de ellas sería muy pronto, y uno de nosotros, resultaría herido...

viernes, 2 de diciembre de 2011

Capitulo 11: Un fin de año movido y una bonita sorpresa (Carlota)

La mañana de Navidad, también amaneció soleada.
En el tablón de anuncios del salón de Agua, apareció una nota que nos dejó sorprendidos a todos los que nos encontrábamos allí:
Atención:
Se comunica a los alumnos de los cinco departamentos que, a partir del próximo día uno de enero, habrá una nueva habitación en cada departamento. Ésta será el comedor. El actual comedor sólo se utilizará los fines de semana y los días festivos.
Atentamente, Daniel y Fiona Bass.
Directores de Link.


-¡Que notición!- exclamó Erica, parecía contenta.
-¿Por qué?- preguntó Héctor con gesto de duda.
-¿Qué por qué?. Así, apenas veremos a Susana, salvo unos cuantos de días en el comedor y en clases.
-Sólo la veremos lo necesario- dije con una amplia sonrisa.
-Y la pobre chica, se librará de una muerte dolorosa- bromeó Carlos.
Puse los ojos en blanco y me dirigí hacia la puerta de salida de mi departamento para bajar a desayunar. Al llegar, se oyeron muchos murmullos sobre los anuncios que habían aparecido en cada uno de los departamentos.
-Lo bueno de esto es que no tendremos que verle la cara a ciertas personas- dijo Blanca mientras nos dirigíamos a nuestra mesa.
-Tienes muchísima razón, así no tendremos que ver la cara que tienes- dijo Erica en tono irónico y dejando a la otra chica sin palabras.
Carlos le dirigió una sonrisa a mi hermana y nos sentamos a desayunar.
Poco antes de terminar de desayunar, pregunté a todos mis amigos:
-¿Qué tal si seguimos hoy a Roberto?
-A mí me parece muy buena idea- dijo Jorge.
-Pues entonces, empecemos ya, porque Roberto se va- dijo Carlos levantándose y siguiendo con la vista al hombre que, salió del comedor y siguió hacia la izquierda para dirigirse a los dormitorios de los profesores.
Los demás nos levantamos y salimos detrás de él. Lo encontramos a la entrada del pasillo de la izquierda, hablando con la profesora Smith, así que, para que no nos vieran, nos escondimos detrás de una estatua que había a la entrada del comedor.
-Así no podemos seguirlo- susurré.
-Si estuviera aquí Pablo, nos podía hacer invisibles. Sin él, no sé como podemos hacerlo- dijo Héctor.
-¡Claro que podemos!.-exclamó Erica.- Los hechizos de invisibilidad se dan en segundo curso y Jorge ya los habrá dado, ¿verdad?- añadió mirando a Jorge.
-Si lo he dado, pero pueden ver el as de luz que desprende el hechizo- respondió el chico.
-No te preocupes por eso, hazlo rápido y ya está.- dijo Carlos mirando, por un lado de la estatua, a los profesores.
Jorge asintió, levantó su mano derecha y mirando hacia nosotros, susurró:
-¡Invisibilus!- y un as de luz salió de su mano, cubriéndonos a los cinco.
Después, nos deslizamos por delante de la estatua y paramos cerca de Roberto. Lo seguimos hasta que llegó a la planta donde estaban los dormitorios de los profesores y desde allí, a la habitación número treinta y tres. Roberto puso la mano sobre el pomo de la puerta, pero se giró lentamente hacía la derecha, hacía donde estábamos nosotros.
Sonrió.
-No sé por qué os habéis hecho invisibles, sé que estáis ahí- movió la mano y nos hizo aparecer.
-¿Cómo sabias que estábamos aquí?- preguntó Héctor.
-No es muy difícil después de oír a Jorge hacer el conjuro- continuó Roberto- Anda, pasad.
Entramos en la habitación aún sorprendidos. Era bastante espaciosa y estaba decorada con bastantes cuadros, lámparas y cortinas en color azul. Sobre una estantería, había varios objetos mágicos, como un vaso que, si lo tocabas se rompía y luego se volvía a formar; una botella que, al acercarte, desaparecía y otros objetos extraños. En el centro de la habitación había una mesa con varias sillas y, a un lado, una cama.
Roberto acercó las sillas a su escritorio y nos hizo sentar. Preguntó por qué lo seguíamos y Erica, sin pelos en la lengua, le soltó:
-Queríamos saber qué haces aquí.
Roberto soltó una sonada carcajada, que hizo que nos miráramos entre nosotros.
-¿Era eso?. Quería ver como os iba. También, porque os quería contar la verdadera historia de los guardianes.
-Ania ya nos la ha contado- dije.
-Yo la sé desde pequeño- dijo Jorge.
-No creo que haga falta escucharla otra vez- añadió Héctor.
-Héctor tiene razón- dijo Erica apoyando a nuestro amigo.
-Si tiene algo nuevo que añadir a la historia, valdrá la pena escucharla otra vez, ¿no creéis?. No es justo decir que ya la hemos escuchado.- explicó Carlos mirando a Roberto.
Los cinco volvimos a mirarnos y luego, miramos a Roberto, que nos miraba uno a uno y sonriendo.
Erica se cruzó de brazos y de piernas, mientras decía:
-De acuerdo, te escuchamos.
Roberto asintió y empezó a hablar:
-Cuando en el mundo no había divisiones, sólo éste como tal. Los magos, hombres y criaturas mágicas, vivían en armonía. No existía ni la maldad, ni la discordia. Los cuatro dragones de la naturaleza, surcaban los cielos, ocupándose cada uno de su elemento: el Dragón azul, del agua; el verde, de la tierra; el gris, del aire y, el naranja, del fuego. Pero todo esto terminó, pues lo hombres querían el control del mundo. Así que, la unión trilógica, formada por el Rey de la Magia, el Rey de los Hombre y el Dragón naranja, tomaron una decisión: Crear tres mundos a partir de uno.
<<<Cuando Roberto terminó, nos miró que, a nuestra vez, nos mirábamos entre nosotros sorprendidos. Ya habíamos oído la historia, pero no de esta manera. Esta si que era la verdadera historia para lo que habíamos sido elegidos.
Estábamos sin palabras, mirándonos entre nosotros y luego a Roberto. Éste volvió a hablar:
-¿No decís nada de esto?
-Es verdad que la habíamos escuchado, pero no de esta forma- dijo Jorge.
-Simplemente os he contado la verdad sobre los que sois- dijo Roberto.- Ahora, si queréis, podéis iros. Vuestro secreto está bien guardado.
Y sin decir nada, nos levantamos y salimos de allí. Parecíamos idos. Ni siquiera hablamos cuando llegamos a Agua para vestirnos para el baile de Navidad.

Esta vez, el vestido de mi hermana, era de manga francesa y de color beige. El mío, era atado al cuello y de color azul cielo.
Una hora más tarde, nos reunimos con Carlos y Héctor en el salón de nuestro departamento. Héctor nos dijo que Jorge ya se había ido.
-Lo tiene dominado.- dijo Carlos bajando las escaleras para bajar al salón de actos.
-Y que lo digas- dijo Erica apretando un trozo de la falda de su vestido.
Sonreí, pues sabía muy bien lo que pensaba mi gemela.
-¡Que suerte tienen algunas de bailar junto al chico que les gusta- exclamó en cuanto llegamos al salón de actos, que estaba casi lleno, y los chicos fueron a por bebidas.
-¿Por qué has dicho eso?- pregunté.
-No sé... No creo que Carlos se dé por aludido, ¿no?- contestó Erica en el mismo instante en que aparecían Héctor y Carlos.
Fulminé a mi hermana con la mirada.
Después de comer y beber algo, fuimos a bailar. Erica se pasó casi toda la noche mirando a Jorge, aunque cuando no lo veía, estaba muy atenta a Héctor.
A la una de la madrugada, los profesores se pusieron a bailar. Los alumnos nos apartamos para que nuestros profesores pudieran bailar. Incluso vimos a Roberto bailando con la profesora Smith.
Sobre las dos y media de la madrugada, Erica, Héctor, Carlos y yo, nos fuimos hacía nuestro departamento. Noté a Carlos algo molesto y no sabía el por qué. Se pasó casi toda la noche del mismo modo.
-¿Qué te pasa, Carlos?- pregunté mirando a mi hermana y a Héctor imitando a los profesores bailando.
-Nada- contestó pasando por delante mía.
-Si te sucede algo, me lo puedes contar- le dije agarrando al chico del brazo.
-Ya te lo he dicho: no me pasa nada.
-Carlos, por favor...
-¡Que no me pasa nada, Carlota!- exclamó y entró en nuestro departamento.
Cuando yo lo hice, Héctor me miró y se encogió de hombros. Algo me decía que no iba a decirme nada. Oímos un portazo y Héctor dijo:
-Hay que ver como está éste hoy. Nos vemos. Hasta luego. Buenas noches.
-Buenas noches- dijimos Erica y yo.
El cansancio pudo conmigo, así que, en cuanto entré en la cama, me quedé profundamente dormida.

Pasaron seis días y llegó Nochevieja. Aquel día amaneció nublado y con alguna nube que amenazaba con llover.
El tiempo parecía expresar mi estado de ánimo. Me había levantado un poco triste, como desde casi una semana, con la mente puesta en Carlos, mientras recogía la ropa que tenía amontonada a los pies de la cama. Después, miré los regalos de navidad, que estaban metidos en una caja. Me quedé mirando el regalo de Carlos. ¿Qué significaba aquello?, ¿por qué me había regalado aquel cojín con forma de corazón?
-Carlota, ¿bajas a desayunar?- preguntó Erica abriendo la puerta de nuestra habitación y asomando la cabeza por ella.
-¿Qué?... ¡Ah, no!. No tengo ganas- contesté.
-Vale- respondió y cerró la puerta.
Sabía como soy y era mejor no discutir conmigo cuando estaba así.
Me tumbé boca arriba en mi cama, apretando el cojín de Carlos contra mi cuerpo, mientras oía hablar a Erica y Héctor desde el salón:
-¿Carlota no baja a desayunar?
-Dice que no tiene ganas. Oye, Carlos, ¿ha pasado algo entre ella y tú?
-No que yo sepa- contestó Carlos.
-Pues está algo rara desde hace unos días.
-¿Tú tampoco bajas?- oí preguntar a Héctor.
-No, yo tampoco tengo ganas.
-¡Cómo está el panorama!- exclamó Erica- Vamos ya, que Jorge nos espera y vaya ser que nos contagiemos de este ánimo el último día del año. Además, tenemos que ir al Centro Mágico.
Luego, escuché cerrar la puerta, lo que me indicó que se habían ido. Yo empecé a vestirme. Tenía ganas de patinar y así, me olvidaba de ciertos asuntos. Cuando llegué al salón, Carlos no estaba allí. Quizá había ido a desayunar...
Llegué a la pista de patinaje sobre hielo, que estaba en el pabellón de deportes. Cogí unos patines, me los puse y salí a patinar.
No llevaría más que veinte minutos allí, cuando alguien me tocó el hombro. Me sobresalté un poco, pero me tranquilicé al ver que era Carlos.
-¡Ah!. Eres tú. ¿Qué haces aquí?- le pregunté, pues no sabía que también le gustase patinar.
-Me apetecía patinar. Oye, Carlota, ¿te puedo decir algo?
-Claro, lo que quieras- contesté.
-¿Te acuerdas del último baile?. Estuve un poco borde contigo y lo siento mucho. He decidido contarte el por qué de aquello.
-Te escucho.
-Verás, aquella tarde fui a los espejos comunicantes para hablar con mi madre y escuché a Erica hablar con Ania. Le decía que tú... que tú...
-¿Que yo qué?- empecé a impacientarme.
Carlos respiró hondo y dijo, aunque mirando al suelo:
-Que yo te gusto.
-¿Cómo?- aquello me pilló por sorpresa.
-La oí decir que los hormigueos que sentimos aquella noche, fue porque nos gustábamos, no por lo que ella nos dijo.
No podía creerme lo que oía en boca de Carlos. Tendría que pedir explicaciones a Erica.
-Entonces, ¿yo también te gusto?- dije algo sonrosada.
Carlos asintió y dijo:
-¿Es verdad lo que te dije antes?- asentí y él me abrazó mientras decía:- Esto es increíble. Llevamos tanto tiempo conociéndonos y nos pasa esto ahora...
Parecía extrañado, pero a la vez feliz.
Nos miramos durante unos segundos y, luego, Carlos me besó.

Sonreía feliz, pues no me creía lo sucedido en la pista de patinaje, mientras volvía junto a Carlos al instituto a la hora del almuerzo. Nos sentamos separados sólo por mi hermana, que se quedó con un gesto de duda al ver nuestras caras. Héctor y Jorge estaban igual que mi gemela.
-¿Qué ha pasado?, ¿por qué tenéis esas caras?. Chicos, nos hemos perdido algo importante.
-Sólo hemos arreglado una cosa- dijo Carlos mirándome.
Mi hermana nos miró a ambos y usó su empatía. Era fácil adivinarlo, pues sonrió. No dijo nada y siguió comiendo.
Veinte minutos más tarde, Erica abrió la puerta de nuestro dormitorio y esperó a que yo entrase, para disparar sus preguntas:
-¿Qué ha pasado con Carlos en la pista de patinaje?
-Sólo que... que me ha confesado que yo también le gusto.
-¿Y qué más?
-¡Mira que eres cotilla!. Me ha abrazado.
-¿Y nada más?- preguntó con aire inocente.
-Me ha besado.
-¡Lo sabía!. Sabía que pasaría esto. ¿Y te ha pedido salir?
-No, claro que no.
-Pues vaya. Cuéntame todo con lujo de detalles.
Y se lo conté. Mi hermana me escuchaba con los ojos abiertos. Parecía que ella tampoco se lo creía.

Para el baile de nochevieja, me puse un precioso vestido blanco, con un lazo rojo en la cintura, ceñido hasta ella y suelto desde ahí. Me dejé el pelo suelto, sin ningún adorno. Cuando Erica salió de la ducha, situada en una habitación al lado de los dormitorios, dijo al verme:
-¿Qué has hecho con mi hermana?
-No seas tonta, Erica.. Y termina, que llegamos tarde.
Ella sonrió y empezó a vestirse con un vestido palabra de honor, en lila.
Poco después, nos reunimos con Héctor y Carlos en el salón de Agua.
-¿Nos vamos?- preguntó Héctor.
-Si. Presiento que este fin de año va ha ser bueno, muy bueno- dijo Erica empujando a Héctor hacia la puerta.
Una vez que llegamos al comedor, para la cena de fin de año, nos quedamos muy sorprendidos. Estaba muy diferente de lo acostumbrado: de las mesas de los departamentos colgaban faldones con el color de cada uno; había estatuas de diamantes repartidos por toda la estancia; del techo, colgaban los estandartes de los cinco departamentos y, de la mesa de los profesores, colgaba un faldón gris perla con el escudo del instituto.
-¡Qué bonito está!-exclamó una chica de color, del departamento Aire.
-¿Nos sentamos?- preguntó Héctor- ¡Qué hambre, por favor!
-¿Todo el día tienes hambre, Héctor?- preguntó Carlos con una sonrisa mientras nos sentábamos.
-Todo el día no- se defendió el chico, que parecía un poco ofendido.
-Salvo cuando tienes que dormir- añadí viendo como los profesores entraban en el comedor, precedidos por los directores.
-Ja, ja. Qué graciosa.
Sonreí y Erica nos mandó a callar:
-Callaos ya, que la directora va a soltar un discurso.
Y era verdad.
La directora se había puesto en pie y nos miraba a todos, que a la vez, mirábamos hacia ella. Ésta sonrió y empezó a hablar:
-¡Otro año que se va!. Pero el que viene, será mucho mejor. Durante este año, hemos tenido nuevos alumnos y otros que se han ido. Así que, antes del Gran Banquete de Fin de Año, os voy a aburrir un poco- hubo risas-. Durante estos tres meses, han ocurrido muchas cosas. Algunos de vosotros habéis descubierto poderes que, ni siquiera sabíais que teníais y otros, tienen nuevos cargos bajo su responsabilidad, entre otras cosas. Aunque aún nos quedan cinco largos meses de estudios, que seguro que aprovecharéis. Y ahora, no os aburro más. Sólo me queda deciros una cosa: ¡Feliz año nuevo a todos!- cogió su copa y la levantó.
Todos, alumnos y profesores, seguimos su ejemplo.
-¡Feliz año nuevo a todos!.
Después, aparecieron en nuestras mesas, riquísimas comidas y postres, a los cuales, Héctor no les quitaba el ojo de encima.
-Me da pena que ya no vayamos a comer los cinco departamentos juntos.- dije.
-Recuerda que, así, no verás a Susana- dijo Carlos.
-Si, y así no tendrás que matarla- añadió bromeando mi hermana.
Sonreí y seguí comiendo.
Unos cuarenta más tarde, el director nos invitó a ir al salón de actos para despedir el año todos juntos.

Sobre las doce menos diez de la noche, el director habló:
-Sólo le quedan diez minutos a este maravilloso año, así que, coged vuestras uvas y preparaos para el momento.- Y, en la mano de cada uno, apareció una copa con doce uvas. Cada copa tenía el escudo de Link grabado en ellas.
Carlos se acercó a mí, un segundo antes de que Fiona Bass, la directora, hablara. Sólo me dijo:
-Te espero, después de las campanadas, en el banco que hay delante de la entrada de Link. Tengo que darte algo.
-Vale, pero...
-Nada de peros. Puedes estar tranquila que no es nada malo- Carlos sonrió y se perdió entre la multitud junto a Héctor.
No sabía qué misterio ocultaba Carlos mientras la directora hablaba:
-Ha llegado el momento. Suerte y cuidado con las uvas.
Esperamos unos segundos: primero los cuatro cuartos y luego, la uvas.
-¡Feliz Año Nuevo!- gritamos todos los presentes dos segundos después de comernos la última uva.
Acto seguido a esto, miré el reloj del salón de actos. Faltaban cinco minutos para mi cita con Carlos. Me dirigí hacía el lugar de la cita, pero antes, me despedí de mi hermana diciéndole que volvería unos minutos más tarde. Cogí mi abrigo, que estaba junto al de Erica y salí del salón de actos.
Salí al encuentro de Carlos, pero, una vez allí, no lo vi.
-¿Carlos?-lo llamé.
No hubo respuesta, así que me senté en el banco y decidí esperar un poco. A los pocos segundos, una mano me tocó el hombro. Me giré y vi que era Carlos. Noté que escondía su mano izquierda detrás de su espalda.
-¿Dónde estabas?- pregunté levantándome.
-Tenía que recoger algo- respondió el chico, que me hizo un gesto para que me sentara.
Me volví a sentar y esperé a que Carlos volviese a hablar, pero el chico, en ese momento, se limitó a sentarse y a esconder bien lo que tenía detrás.
-Carlota, yo te he citado aquí, para pedirte algo.
-Dime.
-Verás... –sacó lo que tenía detrás, que era una cajita alargada. La abrió y vi que contenía un bonito collar con una estrella de plata. Me miró y dijo:- ¿Quieres ser mi novia?
Estaba segura que me había sonrojado. Agradecí que estuviera oscuro, pues así Carlos no se daría cuenta.
-¿Carlota?
-Si, claro que si quiero- respondí. Cogí el collar y le dije:- ¿Me lo pones?
Carlos asintió y me puso el collar. Luego, me volví hacía él sonriendo y me besó. Más tarde, volvimos al baile donde nos esperaban nuestros amigos.
Cuando me acosté, todavía no me creía lo que estaba pasando. Era como un sueño.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Capitulo 10: Navidad (Erica)

Llegó el día veintitrés de diciembre y los nervios, después de ver los anuncios de los bailes de nochebuena, navidad y nochevieja, se hacían evidentes. Estos anuncios habían aparecido en la puerta de todos los departamentos el día veintiuno y, desde ese día, los nervios se extendieron por toda la escuela.
-¡Todavía no sé que ponerme para el primer baile!- decía una chica del departamento Aire a la hora del desayuno.
-¡Vaya tragedia!- dije y, Carlota y yo, reímos.
Aquel día podíamos ir al Centro Mágico para hacer las compras de última hora.
-¿Vosotras no vais?- preguntó Jorge viendo como su hermana Belén y varias amigas se marchaban del salón de Agua.
-¿Para qué?. Nosotras ya tenemos nuestros vestidos. Mamá nos lo envió hace un mes- contestó Carlota, que estaba enfrascada en una partida de parchís mágico con Carlos- ¡Ja!. Te maté- exclamó cuando su ficha mandó a la salida a la de Carlos.
-Mamá es muy precavida, aunque debo de reconocer que tiene muy bien gusto- dije mientras leía una revista.
Héctor jugaba con Jorge a las cartas. Carlos parecía algo enfadado, porque mi hermana le iba ganando:
-Que mal perder tienes- le decía ella cuando, por sexta vez, su ficha se comía a la de nuestro amigo.
-Es que siempre me ganas, ¿ves?-le contestó viendo que, la ficha de Carlota, llegaba a la meta.
-Cuestión de suerte, sólo eso- dijo mi hermana sonriendo.
Desde que pasó lo de Carlos, cuatro días antes, estaban algo más unidos. Una alegría para mi hermana gemela, por lo que sentía hacía él.
Se lo dije a ella, camino del dormitorio:
-Vaya días que lleváis Carlos y tú.
-¿Por qué lo dices?
-Por que pasáis mucho tiempo juntos.
-Erica, tú sabes que sólo somos amigos- contestó abriendo la puerta de nuestro dormitorio.
-Amigos, aunque tú quisiera otra cosa con él- dije con una sonrisa burlona.
-Anda que si alguien te escuchara...
-Pensaría que estás loca por ese chaval.
Mi hermana me dio por imposible. Me sacó la lengua y salió de la habitación para bajar a cenar.
Mientras cenábamos, vimos a Roberto. Carlos sugirió que lo siguiésemos para averiguar qué hacía en Link, pero mi hermana se escandalizó, aunque después cedió.
Estando ya en el salón de Agua, Carlota decidió irse a dormir. Carlos la siguió y, en la puerta de nuestro dormitorio, la detuvo:
-Carlota...
-¡Carlos!, ¿qué haces aquí?
-Pues... bueno, yo... me preguntaba si querías venir conmigo al baile mañana.
-Esto... vale.
-Pues... buenas noches- dijo Carlos y le dio un beso en la mejilla, lo que provocó que mi hermana se pusiera como un tomate.
Entró en nuestro dormitorio mientras Carlos volvía al salón. Yo entré en mi habitación varios segundos después. Lo había visto y oído todo, pero quería que ella me lo contase.
-¿Qué te ha dicho Carlos?, ¿te ha pedido que vayas con él al baile?
Carlota asintió y yo hice un gesto de triunfo.
-Sabía que venía a eso.
-¿Y con quién vas tú, lista?
-Con Héctor, aunque me gustaría ir con Jorge...- dije poniéndome el pijama y solté un suspiro.
-Me gustaría saber con quién va Susana...
-Con un trol- dije y eso provocó que mi hermana se riese.
Después de aquello, nos acostamos.

El día amaneció soleado. Después de desayunar, Carlota, Jorge, Héctor, Carlos y yo decidimos dar una vuelta por el Centro Mágico. Había bastantes alumnos allí pasando el día. Sobre la hora del almuerzo, me asaltó una duda: ¿con quién iría Jorge esta noche al baile?
Pedíamos el almuerzo en un restaurante del Centro Mágico, cuando Jorge preguntó:
-¿Sabéis con quién va Susana al baile?
-Espera, que lo adivino... ¿con un trol?- dije pinchando un trozo de carne.
-No creo. Va con ese chico rubio de Tierra, que se llama...
-Diego Valdés- terminó Héctor.
-¡Ah, si! ¿Ese es el que habla mucho con Blanca y con ella?. Pues es ideal para Susana, pero ¿por qué no habrá elegido a otro?- pregunté.
-Porque fue él quien se lo pidió- contestó Jorge.
-Bueno, Jorge, ¿y con quién vas tú?- le preguntó Carlos.
-Voy con... con Patricia Vásquez.
-Esa chica morena, de ojos verdes y guapísima de tercero de Aire, ¿verdad?- preguntó Héctor.
Carlota y yo miramos a Jorge. Sabíamos de la reputación de esa chica y, desde luego, no era precisamente buena. Tenía fama de ligarse a todos los chicos, ya fueran mayores o menores que ella, que le gustasen. Casi todos los chicos de la escuela estaban locos por ella. Carlos era el único que parecía compartir nuestra opinión, ya que dijo:
-No sé como se os cae la baba con esa tía, si utiliza a los chicos a su antojo.
-Oye, que fue ella quien me lo pidió, no yo- dijo Jorge algo enfadado.
-¡Basta!. No nos peleemos. Que cada uno vaya con quien quiera y venga, vamos para el instituto, que se está haciendo tarde.
Obedecimos a mi hermana y fuimos hacía el colegio. En el umbral del portal, nos encontramos con Susana , que le decía a sus amigas:
-Chicas, os tengo que dejar. Ha venido el peluquero de mamá para peinarme...
-¿No me digáis que no sabe peinarse sola?- nos susurró Carlos a Carlota y a mí, cuando pasamos por el lado de Susana.
Ambas hermanas nos reímos.
Al llegar a Agua, cada uno fuimos a vestirnos para el baile. Mi hermana Carlota se puso un bonito vestido palabra de honor en color fucsia y yo, un vestido en color azul de corte helénico y de una sola manga. Una vez que estuvimos preparadas, fuimos al salón, donde nos esperaban Carlos, Héctor y Jorge.
-Estáis muy guapas- se animó a decir Héctor.
-Gracias- contestó Carlota mirando de reojo a Carlos, pero retiró la mirada en cuanto éste habló:
-Vamos para el baile, ¿no?. Que hay una dama esperando a este señor.
-Muy gracioso por tu parte, Carlos- dijo Jorge levantándose del sofá.
Pasó por mi lado y me susurró muy bajo:
-Vas preciosa, serás la más bonita de todo el baile.
Me limité a sonreír, pues me había sonrojado.
Casi llegando al salón de actos, nos encontramos con Susana, Blanca y sus respectivas parejas. La primera se volvió hacía nosotros, cuando la uno de sus amigos le dijo algo. Llevaba un bonito vestido rojo que, quedaría mejor si no lo llevara ella.
-Pero, ¿qué veo?. Carlota con el pelo suelto y sin esas coletas de siempre...
No dijo nada más, porque aparecieron las profesoras Smith y Marqués.
-Vamos, no os quedéis ahí, ¡entrad!.
Mi hermana y Susana, se echaron una última mirada y entramos en el salón de actos. Menos mal que iba del brazo de Héctor, que si no...
-Un día de estos, la mato, ¡LA MATO!. No entiendo como una persona puede cambiar tanto por mediación de otra- dijo Carlota.
-Tranquila, son cosas de la gente que no madura- dijo Jorge, mientras una chica, con un precioso vestido estampado, se le acercó- Bueno, os tengo que dejar. Os veo después.
-¡Que pena que Ania, Lyra y Pablo no estén aquí!- exclamé dirigiéndome hacia la derecha y seguida por mi gemela, Carlos y Héctor.
A los pocos segundos, llegaron el director y la directora:
-Queridos alumnos, como todos los años, inauguramos las fiestas navideñas con el baile de Nochebuena. Quiero recordarles a los nuevos alumnos que, mañana y el día treinta y uno, también hay bailes. Recordaros también, que la entrada al instituto está a vuestra disposición. Ahora aparecerán, a ambos lados del salón, mesas con comidas. Así que, ya no os lío más, todo el mundo a disfrutar- cogió a su esposa, fueron hacía el centro y chasqueó los dedos. La música empezó a sonar y ellos, a bailar.
Varios profesores, les siguieron y, después, los alumnos.
Carlos se giró hacia Carlota, extendió su mano derecha hacia ella y le preguntó:
-¿Bailas?
Ella asintió y cogió su mano. La llevó hacia la improvisada pista de baile y empezaron a bailar. Héctor siguió el ejemplo conmigo.
Mientras bailábamos, le pregunté a mi amigo:
-¿Dónde has aprendido a bailar tan bien?
-No es muy difícil. La verdad es que mis padres saben bailar y algo se me ha quedado de tanto verlos- contestó.
Sonreí como respuesta y le dije:
-¿Has visto que buena pareja hacen Carlos y Carlota?
-Si que hacen buena pareja- dijo el chico mirando a mi hermana y a nuestro amigo.
Cuando terminó aquella canción, mi amigo y yo salimos de la pista de baile y nos sentamos en una mesa para beber algo. Carlos nos vio y nos siguió.
-¡Uf!. Hace calor...- dijo y cogió un vaso para beber un poco.
-Vaya calor- dijo mi hermana mientras se sentaba a mi lado. Carlos le dio un vaso con zumo de fresas- Gracias.
Ambos se sonrieron y yo miré a Héctor arqueando las cejas. Éste se encogió de hombros y sonrió.

El baile continuó hasta altas horas de la madrugada, pero Carlota, Héctor, Carlos y yo nos fuimos antes. Durante el baile, apenas vi a Jorge y cuando lo veía, sentía un pinchazo en el estomago.
De camino a nuestro departamento, Carlota se quitó los zapatos; Carlos, se aflojó la corbata; Héctor, se quitó la chaqueta y, yo, me recogí el pelo en una coleta.
-¡Estoy molida!. En cuanto llegue al departamento, me voy a dormir- dijo mi gemela.
-Creo que eso lo vamos hacer todos- dijo Héctor.
Y, exactamente, eso hicimos cuando llegamos a Agua.
Caí rendida en mi cama. Fue cerrar los ojos y quedarme profundamente dormida.