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viernes, 25 de noviembre de 2011

Capitulo 10: Navidad (Erica)

Llegó el día veintitrés de diciembre y los nervios, después de ver los anuncios de los bailes de nochebuena, navidad y nochevieja, se hacían evidentes. Estos anuncios habían aparecido en la puerta de todos los departamentos el día veintiuno y, desde ese día, los nervios se extendieron por toda la escuela.
-¡Todavía no sé que ponerme para el primer baile!- decía una chica del departamento Aire a la hora del desayuno.
-¡Vaya tragedia!- dije y, Carlota y yo, reímos.
Aquel día podíamos ir al Centro Mágico para hacer las compras de última hora.
-¿Vosotras no vais?- preguntó Jorge viendo como su hermana Belén y varias amigas se marchaban del salón de Agua.
-¿Para qué?. Nosotras ya tenemos nuestros vestidos. Mamá nos lo envió hace un mes- contestó Carlota, que estaba enfrascada en una partida de parchís mágico con Carlos- ¡Ja!. Te maté- exclamó cuando su ficha mandó a la salida a la de Carlos.
-Mamá es muy precavida, aunque debo de reconocer que tiene muy bien gusto- dije mientras leía una revista.
Héctor jugaba con Jorge a las cartas. Carlos parecía algo enfadado, porque mi hermana le iba ganando:
-Que mal perder tienes- le decía ella cuando, por sexta vez, su ficha se comía a la de nuestro amigo.
-Es que siempre me ganas, ¿ves?-le contestó viendo que, la ficha de Carlota, llegaba a la meta.
-Cuestión de suerte, sólo eso- dijo mi hermana sonriendo.
Desde que pasó lo de Carlos, cuatro días antes, estaban algo más unidos. Una alegría para mi hermana gemela, por lo que sentía hacía él.
Se lo dije a ella, camino del dormitorio:
-Vaya días que lleváis Carlos y tú.
-¿Por qué lo dices?
-Por que pasáis mucho tiempo juntos.
-Erica, tú sabes que sólo somos amigos- contestó abriendo la puerta de nuestro dormitorio.
-Amigos, aunque tú quisiera otra cosa con él- dije con una sonrisa burlona.
-Anda que si alguien te escuchara...
-Pensaría que estás loca por ese chaval.
Mi hermana me dio por imposible. Me sacó la lengua y salió de la habitación para bajar a cenar.
Mientras cenábamos, vimos a Roberto. Carlos sugirió que lo siguiésemos para averiguar qué hacía en Link, pero mi hermana se escandalizó, aunque después cedió.
Estando ya en el salón de Agua, Carlota decidió irse a dormir. Carlos la siguió y, en la puerta de nuestro dormitorio, la detuvo:
-Carlota...
-¡Carlos!, ¿qué haces aquí?
-Pues... bueno, yo... me preguntaba si querías venir conmigo al baile mañana.
-Esto... vale.
-Pues... buenas noches- dijo Carlos y le dio un beso en la mejilla, lo que provocó que mi hermana se pusiera como un tomate.
Entró en nuestro dormitorio mientras Carlos volvía al salón. Yo entré en mi habitación varios segundos después. Lo había visto y oído todo, pero quería que ella me lo contase.
-¿Qué te ha dicho Carlos?, ¿te ha pedido que vayas con él al baile?
Carlota asintió y yo hice un gesto de triunfo.
-Sabía que venía a eso.
-¿Y con quién vas tú, lista?
-Con Héctor, aunque me gustaría ir con Jorge...- dije poniéndome el pijama y solté un suspiro.
-Me gustaría saber con quién va Susana...
-Con un trol- dije y eso provocó que mi hermana se riese.
Después de aquello, nos acostamos.

El día amaneció soleado. Después de desayunar, Carlota, Jorge, Héctor, Carlos y yo decidimos dar una vuelta por el Centro Mágico. Había bastantes alumnos allí pasando el día. Sobre la hora del almuerzo, me asaltó una duda: ¿con quién iría Jorge esta noche al baile?
Pedíamos el almuerzo en un restaurante del Centro Mágico, cuando Jorge preguntó:
-¿Sabéis con quién va Susana al baile?
-Espera, que lo adivino... ¿con un trol?- dije pinchando un trozo de carne.
-No creo. Va con ese chico rubio de Tierra, que se llama...
-Diego Valdés- terminó Héctor.
-¡Ah, si! ¿Ese es el que habla mucho con Blanca y con ella?. Pues es ideal para Susana, pero ¿por qué no habrá elegido a otro?- pregunté.
-Porque fue él quien se lo pidió- contestó Jorge.
-Bueno, Jorge, ¿y con quién vas tú?- le preguntó Carlos.
-Voy con... con Patricia Vásquez.
-Esa chica morena, de ojos verdes y guapísima de tercero de Aire, ¿verdad?- preguntó Héctor.
Carlota y yo miramos a Jorge. Sabíamos de la reputación de esa chica y, desde luego, no era precisamente buena. Tenía fama de ligarse a todos los chicos, ya fueran mayores o menores que ella, que le gustasen. Casi todos los chicos de la escuela estaban locos por ella. Carlos era el único que parecía compartir nuestra opinión, ya que dijo:
-No sé como se os cae la baba con esa tía, si utiliza a los chicos a su antojo.
-Oye, que fue ella quien me lo pidió, no yo- dijo Jorge algo enfadado.
-¡Basta!. No nos peleemos. Que cada uno vaya con quien quiera y venga, vamos para el instituto, que se está haciendo tarde.
Obedecimos a mi hermana y fuimos hacía el colegio. En el umbral del portal, nos encontramos con Susana , que le decía a sus amigas:
-Chicas, os tengo que dejar. Ha venido el peluquero de mamá para peinarme...
-¿No me digáis que no sabe peinarse sola?- nos susurró Carlos a Carlota y a mí, cuando pasamos por el lado de Susana.
Ambas hermanas nos reímos.
Al llegar a Agua, cada uno fuimos a vestirnos para el baile. Mi hermana Carlota se puso un bonito vestido palabra de honor en color fucsia y yo, un vestido en color azul de corte helénico y de una sola manga. Una vez que estuvimos preparadas, fuimos al salón, donde nos esperaban Carlos, Héctor y Jorge.
-Estáis muy guapas- se animó a decir Héctor.
-Gracias- contestó Carlota mirando de reojo a Carlos, pero retiró la mirada en cuanto éste habló:
-Vamos para el baile, ¿no?. Que hay una dama esperando a este señor.
-Muy gracioso por tu parte, Carlos- dijo Jorge levantándose del sofá.
Pasó por mi lado y me susurró muy bajo:
-Vas preciosa, serás la más bonita de todo el baile.
Me limité a sonreír, pues me había sonrojado.
Casi llegando al salón de actos, nos encontramos con Susana, Blanca y sus respectivas parejas. La primera se volvió hacía nosotros, cuando la uno de sus amigos le dijo algo. Llevaba un bonito vestido rojo que, quedaría mejor si no lo llevara ella.
-Pero, ¿qué veo?. Carlota con el pelo suelto y sin esas coletas de siempre...
No dijo nada más, porque aparecieron las profesoras Smith y Marqués.
-Vamos, no os quedéis ahí, ¡entrad!.
Mi hermana y Susana, se echaron una última mirada y entramos en el salón de actos. Menos mal que iba del brazo de Héctor, que si no...
-Un día de estos, la mato, ¡LA MATO!. No entiendo como una persona puede cambiar tanto por mediación de otra- dijo Carlota.
-Tranquila, son cosas de la gente que no madura- dijo Jorge, mientras una chica, con un precioso vestido estampado, se le acercó- Bueno, os tengo que dejar. Os veo después.
-¡Que pena que Ania, Lyra y Pablo no estén aquí!- exclamé dirigiéndome hacia la derecha y seguida por mi gemela, Carlos y Héctor.
A los pocos segundos, llegaron el director y la directora:
-Queridos alumnos, como todos los años, inauguramos las fiestas navideñas con el baile de Nochebuena. Quiero recordarles a los nuevos alumnos que, mañana y el día treinta y uno, también hay bailes. Recordaros también, que la entrada al instituto está a vuestra disposición. Ahora aparecerán, a ambos lados del salón, mesas con comidas. Así que, ya no os lío más, todo el mundo a disfrutar- cogió a su esposa, fueron hacía el centro y chasqueó los dedos. La música empezó a sonar y ellos, a bailar.
Varios profesores, les siguieron y, después, los alumnos.
Carlos se giró hacia Carlota, extendió su mano derecha hacia ella y le preguntó:
-¿Bailas?
Ella asintió y cogió su mano. La llevó hacia la improvisada pista de baile y empezaron a bailar. Héctor siguió el ejemplo conmigo.
Mientras bailábamos, le pregunté a mi amigo:
-¿Dónde has aprendido a bailar tan bien?
-No es muy difícil. La verdad es que mis padres saben bailar y algo se me ha quedado de tanto verlos- contestó.
Sonreí como respuesta y le dije:
-¿Has visto que buena pareja hacen Carlos y Carlota?
-Si que hacen buena pareja- dijo el chico mirando a mi hermana y a nuestro amigo.
Cuando terminó aquella canción, mi amigo y yo salimos de la pista de baile y nos sentamos en una mesa para beber algo. Carlos nos vio y nos siguió.
-¡Uf!. Hace calor...- dijo y cogió un vaso para beber un poco.
-Vaya calor- dijo mi hermana mientras se sentaba a mi lado. Carlos le dio un vaso con zumo de fresas- Gracias.
Ambos se sonrieron y yo miré a Héctor arqueando las cejas. Éste se encogió de hombros y sonrió.

El baile continuó hasta altas horas de la madrugada, pero Carlota, Héctor, Carlos y yo nos fuimos antes. Durante el baile, apenas vi a Jorge y cuando lo veía, sentía un pinchazo en el estomago.
De camino a nuestro departamento, Carlota se quitó los zapatos; Carlos, se aflojó la corbata; Héctor, se quitó la chaqueta y, yo, me recogí el pelo en una coleta.
-¡Estoy molida!. En cuanto llegue al departamento, me voy a dormir- dijo mi gemela.
-Creo que eso lo vamos hacer todos- dijo Héctor.
Y, exactamente, eso hicimos cuando llegamos a Agua.
Caí rendida en mi cama. Fue cerrar los ojos y quedarme profundamente dormida.

Capitulo 9: La captura de Carlos. (Carlota)

El día de inicio de las vacaciones, llegó y con él, las despedidas.
Aquel viernes diecinueve de diciembre, Ania iba de un lado para otro, recogiendo sus cosas. Una vez que lo tuvo todo, se reunió con Pablo y con Jorge en el salón. Ellos tres, junto a Lyra eran los únicos guardianes que se marchaban.
-Si pasa algo- dijo Ania- comunicárnoslo cuanto antes, ¿vale?
-Claro- contestó Erica y se fundió en un abrazo con nuestra amiga.
Cuando se marcharon, nos sentamos en los sofás y sillones del salón de Agua que, aquel día estaba más solitario que de costumbre. En todo el departamento sólo habríamos unos veinte alumnos. De repente, la puerta de entrada se abrió. Aparecieron Jorge y su hermana Belén.
-Cambio de última hora: mis padres han decidido no irse de vacaciones.
A mi hermana gemela, se le iluminó la cara.
Belén, que era tan sólo un año mayor que Jorge, se marchó a su dormitorio un poco defraudada.
Después de que nuestro amigo llevase la maleta a su cuarto, regresó con nosotros y se sentó junto a Erica y a mí.
-¿Este es el plan que tenéis?- preguntó viendo como Carlos y Héctor jugaban a las cartas que, cada vez que una le caía encima a otra, gritaba y, como Erica y yo leíamos unas revistas.
-Pues ya ves que sí- contestó Carlos.
-¿Os apetece ir a Ordel?- preguntó Jorge.
-Para eso, necesitaremos el permiso del profesor Béjar- dije.
Jorge se levantó e hizo un gesto para que lo siguiésemos. Lo hicimos hasta llegar a la cuarta planta. Las puerta de los despachos de los profesores estaban organizadas por números romanos y por las iniciales de cada uno. Nuestro amigo llamó a la puerta número dos y, el profesor, nos hizo entrar. Su despacho era igual de grande que si clase. Había una colección de varitas, cosa que nosotros no usábamos, y de otros seres que ni siquiera sabíamos que existían.
En una mesa, había una especie de conejo blanco. Erica se acercó a verlo, pero el profesor le dijo:
-Señorita Luna, no acerque su mano si no la quiere perder. No es tan adorable como aparenta. ¿A qué habéis venido?
-Esto... Queríamos ir a Ordel- contestó Jorge mientras mi hermana apartaba su mano de la jaula.
El profesor nos miró uno por uno y luego dijo:
-De acuerdo, pero os quiero aquí a las nueve.¡ En punto!.
Muy sorprendidos, asentimos y salimos del despacho del profesor Bejár. Luego, fuimos a Agua, para coger los abrigos y algo de dinero. Después, nos dirigimos hacía la tercera planta, pero esta vez para subir, cogimos el ascensor. Junto a los botones de éste, había una pequeña placa con una leyenda que decía:
5.Despacho de los directores.
4. Despachos de los profesores.
3. Salas: Sala de los Planetas, Sala de Ordel, Sala Astral, Sala Mundo no Mágico.
2. Dormitorios: Ala Oeste: Departamentos Agua y Aire. Ala Este: Fuego y Energía.
1. Clases: Ala Oeste: Profesores Béjar, Ruiz, Valverde, Smith y Black. Ala Este: Sáez, Macintosh, Pitt, Marqués y Ramos.
Entreplanta: Salón de actos, Comedor y sala de profesorado.
-1: Dormitorios del Departamento Tierra.

Subimos y Carlos le dio al botón de la tercera planta. Llegamos y, al salir, las puertas del ascensor formaron un bonito dibujo en el centro de éstas. Jorge nos guió hacía una estancia redonda con una puerta de entrada en la cual se podía leer, en el idioma de los elfos, que yo misma reconocí como tal:
ELIGE BIEN TU CAMINO, SI NO TE QUIERES DAR POR PERDIDO.
Al entrar, vi cuatro puertas más. Jorge se dirigió a la puerta de la derecha más cercana a nosotros y empujó hacía fuera una de sus puertas. Hizo un gesto para que entrásemos y eso mismo hicimos. Al principio, no veíamos nada, pero después, empezó a aparecer un camino, entre otras cosas. Quedamos asombrados ante tanta belleza, todos excepto Jorge.
El camino que había delante nuestra, era de tierra y la hierba crecía, verde y brillante, a sus lados. Bonitas mariposas de colores, revoloteaban sobre las flores. También habían hermosos árboles frutales, que se extendían por la verde pradera. Seguimos por el camino hasta llegar a una hermosa ciudad. Tenía grandes edificios, con muchas ventanas.
Tanto Erica como yo, estábamos asombradas. Jorge nos llevó al museo de la ciudad, que en ese momento, recogía una colección de estatuas móviles. Entramos, en aquel lugar, mediante unas escaleras de mármol gris. El edificio era blanco, en la entrada había estatuas de magos famosos y estaba rodeado de columnas.
En la puerta principal, que era de roble, nos encontramos con el guardia de seguridad, que llevaba un traje verde botella. Nos recibió con una amplia sonrisa, a pesar de que tenía mala cara y barba de varios días.
Cuando entramos en la sala de exposición, Carlos, Erica y yo nos quedamos muy sorprendidos. Al pasar por una estatua de un león, me llevé un buen susto. Abría la boca , pero no emitía ningún sonido ni podía moverse mucho, pues tenía las patas unidas al pedestal donde estaba puesta. Cuando terminamos de ver aquella exposición, fuimos a tomar algo a la cafetería.
-¿Qué os ha parecido la visita?- nos preguntó Jorge bebiendo su batido de chocolate.
-A mi me ha encantado.- dijo Héctor.
-Estupenda.- dijo Carlos y, mi hermana y yo, asentimos.
Una vez que salimos del museo, nos dirigimos a la escuela. Cuarenta y cinco minutos más tarde, estábamos dando un paseo por el Jardín Encantado, un precioso jardín que rodeaba todo el instituto y que encerraba bastante secretos. Todos los alumnos nos preguntábamos qué criaturas había allí dentro. En ese mismo instante, vimos un Grifo, un animal mitad águila y mitad león, que iba hacía el interior del jardín.
Carlos, soltó un grito y cayó al suelo.
Héctor y Jorge se lanzaron contra el chico, pero no pudieron hacer nada. Lo que fuera, se lo llevó dentro hacía dentro del jardín. Héctor se quedó tumbado sobre la nieve, y parecía no importarle mucho. Algo se había llevado a su mejor amigo y él no había hecho nada para impedirlo.
-Héctor...- lo llamó mi hermana con la voz sobrecogida.
Ella y Jorge lo ayudaron a levantarse del suelo.
Yo, en cambio, tenía el rostro serio, los ojos bañados en lágrimas y la vista fija en el lugar donde Carlos había desparecido. Giré sobre mis talones y me dirigí corriendo hacía el instituto. Erica me llamaba, pero yo no le respondía. Estaba más que decidida a encontrar a mi amigo fuera sola o acompañada. Llegué al salón de Agua y, cinco minutos después, la puerta se volvió a abrir. Entraron Erica, Jorge y Héctor.
-¿Qué pretendes hacer, Carlota?- preguntó Héctor, que se hundió en un sillón y miraba como yo pasaba las hojas de un libro bastante furiosa.
-Intento... salvar a... Carlos... de... esa... asquerosa... bruja... que ya me... está... cabreando demasiado.- dije intentando contener mi ira.
-Creo que, lo mejor, sería hablar con los directores- dijo Héctor en un susurro.
-¡No!. Es nuestra tarea como guardianes- dije.
-Pero...
-Pero nada... ¡Si no me queréis ayudar a salvar a Carlos, me da igual, lo hago yo sola!
-Carlota...- empezó a decir Erica, pero yo estallé:
-¡NI CARLOTA NI NADA!. VOY A SALVAR A CARLOS, AUNQUE SEA LO ÚLTIMO QUE HAGA.
-Nos sentimos igual que tú, Carlota. Todos queremos salvar a Carlos- dijo Jorge, que consiguió calmarme un poco.
-Pues entonces,... actuemos- dijo Erica.
Volvimos al Jardín Encantado. Una vez allí, nos transformamos. Utilicé un hechizo buscador y de mis manos, salió una especie de perro de humo, que se internó en el interior del jardín. Al cabo de diez minutos, regresó con la chaqueta que llevaba Carlos en el momento de su desaparición.
-¡Es la chaqueta de Carlos!- exclamó Erica a la vez que el perro desaparecía.
-¿Y ahora qué?- preguntó Héctor.
-Racub- dije, y de la chaqueta de Carlos, salió una flecha dorada que también se internó en el jardín.
La seguí, junto a mis otros compañeros.
-¡Cuidado!, nos podría oír- dije cuando Jorge y Héctor pisaron unas cuantas ramitas.
-Y cuidado con las corex- mintió Erica, pues yo sabía que eso no existía.
-¿Qué son las corex?- preguntó Héctor frunciendo el entrecejo.
-Son gusanos con dientes venenosos- siguió la mentira Jorge.
-¡Que asco!- exclamó Héctor y Erica rió por lo bajo.
Casi quince minutos más tarde, llegamos a un claro donde vimos a una persona, atada con gruesas cuerdas, a un árbol.
-¡Carlos!-exclamamos los cuatro.
El chico nos miró. Tenía varios cortes, algunos parecían profundos, en la cara.
Me acerqué a él rápidamente, le cogí la cara y le dije, sólo para que me oyera el chico:
-Te sacaré de aquí.
-Carlota...- susurró Carlos.
Héctor se acercó por detrás e intentó cortar las cuerdas, pero no pudo.
-¡No se pueden cortar!- exclamó.
-Déjame a mí- dijo Jorge e intentó cortarlas, pero tampoco pudo.
-Están unidas mediante un hechizo- dijo una voz.
Todos miramos a nuestro alrededor, pero yo fui la primera en atacar.
La bruja no era una araña, sino una mujer esbelta , vestida con ropas de color negro, ojos y cabello del mismo color que sus ropas.
-Para poder soltar a vuestro amigo, tendréis que luchar contra mí y derrotarme, algo que no sucederá.
-¡Vieja arpía!- exclamó Héctor en un vano intento de soltar a Carlos y la bruja rió.
Erica me miró y susurró:
-Si usamos la energía, podríamos derrotarla.
-Pero, para eso, necesitamos a Lyra y a Ania.
-¿Nos llamabais?- dijo la voz de Lyra detrás mía.
Mi gemela y yo las miramos sorprendidas.
-Jorge ha venido por nosotros. Pablo también está- continuó Lyra.
-No nos entretengamos con esto. Hay que actuar.- dijo Ania.
Así que, las cuatro chicas, combinamos nuestros poderes. Cuatro rayos se unieron en uno, que se dirigió hacia la malvada bruja, pero lo esquivó. Ésta se rió de nuevo y atacó otra vez. Pablo se puso delante de nosotras, creando un escudo para desviar el hechizo. El conjuro era de tal potencia que, una vez desviado, el escudo desapareció y Pablo cayó al suelo debilitado.
Ania y Erica lo llevaron junto a Pablo y los demás. Volvieron a nuestro lado y volvimos a atacar con la energía. Esta vez, si le dimos entre el pecho y el estomago. La bruja cayó hacía atrás, pero, después de unos instantes, se levantó.
Volvimos a atacar y le dimos de nuevo. Esta vez, Anabella no se levantó, sino, que se convirtió en un huevo, otra vez, y desapareció.
Las cuerdas que sujetaban a Carlos, cayeron y el chico cayó de rodillas.
-¿Estás bien, Carlos?- preguntó Héctor.
-Si, pero Pablo...
-Pablo está bien- dijo Ania mientras Lyra y ella ayudaban a nuestro amigo a levantarse.
Después, nos volvimos a transformar, nos despedimos de Lyra, Ania y Pablo y nos dirigimos hacia el instituto.
Una vez en Agua, Jorge curó los cortes de Carlos y bajamos a cenar. Había que aparentar que no había pasado nada. Y nos disponíamos a bajar, cuando Carlos me agarró del brazo:
-Lo has logrado, gracias.
-No hay de qué. Somos amigos, ¿no?. Para eso estamos- dije con una sonrisa y bajamos a cenar.
Todavía no había terminado todo esto.
Pero lo que no sabíamos era que, para lograr acabar con Anabella, íbamos a contar con la ayuda de alguien muy especial.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Capitulo 8: De nuevo, Anabella (Erica)

En el departamento Agua ya se podía respirar el olor de la navidad: un precioso belén viviente en miniatura decoraba la ventana que había al lado de la catarata; un árbol de adornado con espumillones azules y plateados y con bolas de los mismos colores, cerca de la puerta de entrada , y de ésta colgaba un letrero, que cambiaba el color de sus letras, que decía: FELICES FIESTAS.
En el resto de la escuela también se respiraba ese olor: flores de pascua adornaban los patios y pasillos; en el comedor, grandes árboles adornados con espumillones y bolas doradas; las escaleras, adornadas con muerdago y, habían colgado cortinas de luces de las grandes ventanas.
Incluso los profesores estaban de buen humor. Todos, menos el profesor Black, quien siempre estaba de buen humor.
Aquellos días en clase sólo se repasaba lo dado durante el trimestre. Como el jueves de la semana en las que nos daban las vacaciones, aunque las tardes las teníamos libres. Aquella misma tarde fuimos al Centro Mágico, que era como un centro comercial gigante, pero todo lo que se vendían allí estaba relacionado con la magia.
Carlota, Ania y yo, quedamos para hacer unas compras junto a Pablo, Héctor y Carlos, pero después de llegar allí, las chicas nos fuimos por otro lado diferente a ellos.
-¿Por dónde empezamos?- pregunté mirando hacia todos lados, pues lo que más me gustaba en el mundo eran las compras.
-Yo quiero comprar unos regalos para mis abuelos y abuelas- dijo Ania hurgando en su bolso.
-Entonces vamos a Aurin- dijo Carlota y empezó a caminar hacía la tienda que había a nuestra derecha.
Ania y yo la seguimos, mientras que yo miraba hacía el portal que habían abierto en el salón de actos. Buscaba a alguien.
Llegamos a una tienda que tenía un gran letrero que decía: JOYERÍA AURIN, con letras de oro y adornadas con algunas piedras preciosas. Entramos dentro. Era bastante grande e, incluso, había una escalera que llegaba a la parte de arriba, donde se encontraban las joyas más caras. Carlota se dirigió, impresionada, a una estantería donde habían pendientes de las más diversas clases. Vi que le gustó unos en forma de estrella, pero se olvidó de ellos en cuanto vio el precio. Costaban ciento cincuenta monedas de oro.
Luego, fuimos a ver los relojes junto a Ania, que eligió dos relojes que, a casa hora sonaba una melodía diferente. Pagó los relojes más dos collares y salimos de aquella tienda. Fuimos a tomar un helado a una heladería, que estaba en el mismo centro junto a las tiendas más prestigiosas.
Mientras me comía mi helado, me quedé mirando hacía una tienda de deportes. Por fin había localizado a la persona que estaba buscando: Jorge. Me gustaba y eso lo reconocía , pero ¿quién no se iba a fijar en semejante chico?. Era rubio, ojos azules , un metro ochenta... Era el chico perfecto y en eso era lo que pensaba cada vez que lo veía.
Se me tenía que notar bastante que me gustaba , porque mi hermana me dijo:
-Que tienda más interesante donde está Jorge, ¿verdad?
-Si...- contesté un poco distraída.
-Venga, Erica. Se te nota un montón que te gusta Jorge, así que no lo niegues- dijo Ania dándome unos toquecitos en la espalda.
Dudé antes de contestarle a mi amiga:
-Pues si, me gusta, pero ¿qué quieres que le haga?. Es que es tan guapo...- confesé sin quitar la vista de Jorge- Pero, sé que hay gente que está colgada por unos chicos que conozco. Venga, confesad que os gustan Pablo y Carlos.
-¡Erica, tu empatía y tú!- exclamó Carlota.
-Os voy a ser sincera, si que me gusta Pablo, pero, desde que entramos en Link, aún más. Y eso que lo conozco desde siempre.
Ania y yo miramos a mi hermana gemela:
-Carlota...
-Vale... Si, me gusta Carlos. Ya está dicho.
-¡Uf!. Que tranquila se queda una cuando confiesa esto- dijo Ania.
-¿Todo esto?- preguntó Pablo detrás de mi amiga, que se sobresaltó un poco.
-Nada, nada. Son cosas de chicas.- dije apartando la vista de Jorge.
-¿Qué habéis comprado?- preguntó Carlota mirando las bolsas que llevaban y cambiando de tema.
-Yo he comprado perfumes, bufandas y libros- dijo Carlos.
-Yo, un joyero, unos pendientes y una corbata.- dijo Héctor.
-Pues yo, unos bolígrafos que escriben solos, unas zapatillas que, cuando huelen fatal, chillan y algunos juguetes- terminó Pablo.
-¿Y vosotras?- preguntó Héctor.
-Pues yo sólo he comprado unos regalos para mis abuelos- contestó Ania.
-Nosotras aún no hemos comprado nada- dijo mi hermana.
-Pues ya es hora que vayáis comprando, porque si no, os dan las uvas- dijo Pablo con una sonrisa.
Antes de volver a las compras, nos pusimos a hablar sobre lo que haríamos durante las vacaciones mientras que Lyra se unía a nosotros. Venía sola.
Ania se marchaba con su familia y la de Pablo, pues eran muy buenas amigas. Lyra se iba con sus abuelos a Inglaterra. Carlota, Carlos, Héctor y yo nos quedábamos en Link. Jorge dijo, en una ocasión, que se iba con sus padres.
Luego, fuimos a terminar las compras. Lyra vino con nosotras.
Mientras llegábamos a las tiendas, se me ocurrió regalarle a mi hermano un perfume que, al principio olía bien, pero al poco tiempo, olía fatal. Fran nos había regalado unos así a nosotras cuando cumplimos los diez años.
Una vez que terminamos las compras, nos dirigimos al portal de entrada. Allí nos esperaban los chicos. Con ellos estaba Jorge y algunos amigos suyos. Nos saludamos y entramos por el portal. Cuando salimos del salón de actos, nos encontramos con Susana, quien empezó a alardear de que había comprado regalos para toda su familia, en cuanto nos vio.
-¡Imbécil!- dije antes de despedirnos de Lyra.
-¡Es una creída!- exclamó mi hermana.
Los demás rieron. Nos despedimos de nuestra amiga y subimos hacía Agua. Cuando soltamos en nuestras habitaciones las bolsas, bajamos a cenar al comedor. La cena estuvo animada. Carlota, Ania y yo mirabamos a los chicos, que estaban contando chistes bastante malos.
-Tienen menos variedad de chistes que una bolsita de té.- dijo Carlota viendo como Héctor reía a carcajadas.
-Y que lo digas- dije bebiendo un poco de zumo de naranja.
En esos instantes, Jorge contaba un chiste sin sentido; Carlos, reía; Pablo lo hacía a carcajadas y, Héctor cortaba su filete como la risa lo dejaba. Las tres amigas nos miramos y nos preguntamos como podían ser tan tontos.
-Vaya cuarteto en el que nos hemos fijado- dije viendo como Jorge tosía. Se había atragantado con el zumo.
Carlota y Ania asintieron en el momento que nos ponían los postres. Los chicos, callaron, pues si algo les gustaban, eran los dulces.
Media hora después, estábamos en el salón de nuestro departamento contando las comidas que hacían nuestras familias para nochebuena, cuando escuchamos un ruido tremendo en todo el instituto.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó una alumna de quinto año muy asustada.
-Seguro que ha sido Anabella- susurró Héctor.
-¡Se ha vuelto a escapar!- exclamó Carlota en un susurró.
-Hay que ver si es verdad- dijo Ania.
-Ahora es peligroso- avisó Jorge señalando a nuestros compañeros de departamento.
Nos pusimos de acuerdo en que, cuando el último de nuestros compañeros se fuera a dormir, iríamos a ver si Anabella seguía en su cuadro. Así que, sobre la una de la madrugada, salimos de Agua y fuimos al pasillo de las cocinas. Por poco nos pillan las cocineras.
Lyra se unió a nosotros al ver que su amuleto brillaba.
Comprobamos que, efectivamente, la bruja había escapado. Nos dirigimos a una habitación que había cerca de la escaleras de Fuego. Carlos no terminó de decir que necesitaríamos un mapa, cuando apareció uno encima de la mesa que allí había. Era como una casita de juguete, pero con la forma de Link. Miramos piso por piso, pero no veíamos nada. Hasta que volvimos a mirar en la planta baja y vimos un grupo de personas en una habitación: Nosotros.
Cerca nuestra, vimos una pequeña araña. Se dirigía hacia donde nos encontrábamos. La puerta se abrió de pronto y por ella apareció Anabella en su forma arácnida.
-Os dije que me la ibais a pagar y llegó la hora- dijo.
-Tendrás que pasar por encima de nuestros cadáveres.- dijo Lyra.
La araña se dispuso a atacar, pero Pablo se puso delante de nosotros y creó un escudo, mientras que Lyra y yo salíamos por el lado derecho de nuestro amigo. Impulsada por mi amiga, salté encima de la bruja y la paralicé. Bajé y les pregunté a los demás que qué íbamos hacer, porque dentro de la escuela no podríamos luchar. Jorge orbitó con la araña hacía el patio trasero del instituto y Ania abrió un portal para poder ir junto a nuestro amigo lo más rápido posible.
Una vez en el patio, desparalicé a la malvada bruja y ésta se dispuso a atacarnos. Pero, Carlos levitó junto a Carlota y Héctor, Jorge orbitó conmigo y, Lyra, Pablo y Ania se hicieron invisibles y corrieron hacía nosotros. Aparecimos detrás de ella.
Ania movió la tierra y Lyra, la calentó, de tal manera que la araña corrió hacía el Jardín Encantado asustada, pero la primera chica la inmovilizó. Jorge y Carlos orbitaron para traer el cuadro.
Para dejarla encerrada, pronunciamos un hechizo, que decía:
-Araña, tú que nuestra paz has perturbado, en tu cuadro te has de quedar hasta el fin de tus días-
Un as de luz, se la tragó y la encerró en el cuadro. Un huevo dorado calló en el Jardín Encantado, aunque ninguno de los ocho guardianes nos dimos cuenta, ni tampoco podríamos imaginar que, cuando éste se abriese, uno de nosotros sufriría un accidente.
Creyendo que la misión estaba acabada, dejamos el cuadro en su sitio y nos marchamos a dormir.
Aunque, la verdad, todo estaba comenzando. Nada había acabado.
Los peligros continuaban tras los muros del instituto y fuera, también.
A nuestra primera misión, aún le quedaba por terminar.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Capitulo 7: Examenes de Navidad (Carlota)

Diciembre llegó y con él, los examenes.
En la clase de Transfiguración del miercoles, tuvimos que entregar las cien páginas y, ni Héctor, ni Carlos, las tenían terminadas. Todavía les faltaban unas veinticinco páginas, así que, entre clase y clase, las iban terminando.
-No las voy a terminar a tiempo- dijo Héctor en el patio central del instituto durante la hora del descanso.
-Pues tiempo has tenido- dijo Erica y luego añadió:- Venga, que te hecho una mano.
Pablo ayudaba, como podía, a Carlos. Ania y yo charlabamos con Lyra sobre el próximo entrenamiento de Agua y Fuego. Habíamos pasado todas la prueba, menos Erica. Aunque a ella le daba igual, no le gustaba mucho ese deporte.
El timbre sonó en el momento que Héctor terminaba los deberes. Menos mal, porque ahora teníamos Transfiguración.
Al llegar a clase, la profesora recogió los deberes y, mientras ella los corregía, nos mandó hacer una redacción sobre todo lo aprendido el primer trimestre. Media hora antes de terminar la clase, se levantó y recogió las redacciones. Luego, nos dio los deberes ya corregidos. Las notas más altas las teníamos Ania, un chico de Energía (ese día compartiamos con ellos la clase) y yo. Antes de salir, la profesora Marquéz nos dijo que empezaramos a estudiar para los examenes.
Nos dirigimos a la clase de Educación Física con la profesora Sáez , que siempre usaba chandals de color rojo o naranja. Llevaba su larga cabellera pelirroja en una coleta y sus ojos eran de color verde.
Al llegar al pabellón, un edificio que se situaba al lado derecho del escuela, nos dirigimos al vestuario para cambiarnos. El uniforme era igual para todos: camiseta blanca y pantalón corto del color de cada departamento.
Cuando llegamos al lado de la profesora, nos dimos cuenta que los de Aire no habían llegado, pero salimos de dudas cuando la profesora Saéz nos dijo que hoy estaríamos sólos.
Comenzamos la clase con unos ejercicios de calentamiento y luego nos hizo correr. Mientras los hacíamos, sentía que el corazón se me iba salir del pecho.
Me alegré cuando terminamos y me fui a duchar con las otras chicas.
Mientras Ania, Erica y yo nos dirigiamos a Agua, nos encontramos con alguien que nos pareció familiar. Nos sonrió, pero, en ese momento, no imaginabamos quien podía ser.
-¿Nos os suena ese hombre?- preguntó Erica.
-Si... pero no sé de donde.- dije.
-Con la pinta que lleva, seguro que lo hemos visto- añadió Ania subiendo por las escaleras que iban hacía agua.
-Pero no me negueís que es guapo- dijo mi hermana gemela.
-¡Erica!- exclamé- Todos te parecen guapos.
-Es que lo es...
-¡Erica!- exclamamos Ania y yo riendo.
-Vale, como os ponéis por nada.- dijo abriendo la puerta de nuestro departamento.
-Se os escucha desde lejos, ¿qué os pasa?- preguntó Pablo.
-He visto a alguien familiar, ya sabeís a lo que me refiero- dijo Erica con algo de misterio.
-Oye, ¿a tu hermana le gusta Jorge o es que le gusta levantar la voz con nuestras cosas?- me susurró Carlos y le sonreí como respuesta.
-¿Qué murmuras, Carlitos?- dijo Erica, lo que hizo que Carlos se llevase un buen susto.
-No me llames así, Erica- le dijo a mi hermana.
-¿Qué pasa con ese "alguien"?- preguntó Jorge, que apareció detras de Erica. Esta vez fue ella quien se llevó el susto.
-Si, eso, Erica, ¿qué pasa?- dijo Héctor desde otro sillón y lanzándole un cojin.
-Simplemente he visto un chico que me es muy familiar. No sé si lo habré visto antes...
-¿Y cómo era?. Si quieres, puedo hacer un retrato de él. A ver si eso te ayuda.
-¡Que guay!. Esto parece la policia. ¿Vas a traer el ordenador portatil para hacer el retrato?- preguntó Héctor emocionado, quien se había criado entre el mundo mágico y no mágico.
-¿El qué?- preguntó Jorge con cara de duda.
-Es como un televisor con teclado donde puedes hablar con gente, buscar información...- empezó a explicar Erica, pero al ver que Jorge no entendía nada, añadió:- Es mejor dejarlo.
-Yo sólo necesito papel, pluma y un bloc- dijo y, todo aquello, volaron hacia él.
Erica empezó a decirle como era el chico que vimos antes. Ania y yo la ayudamos un poco. Al cabo de veinte minutos, Jorge ya tenía el retrato hecho, que parecía una aútentica fotografía.
-A mí también me suena esa cara- dijo Carlos.
-Yo pienso lo mismo- dijo Pablo, mirandonos.
En ese preciso instante, una voz se oyó en el salón. Dijo algo que, a los siete guardianes que estabamos allí, nos hizo recordar algo.
-Noveno guardián... Guardián del amuleto sagrado...
Nos miramos y empezamos a hablar todos a la vez hasta que, unos minutos después, Pablo puso un poco de orden:
-Tranquilizaos, chicos. Si vamos uno por uno, será mejor. Nos entenderemos todos.
-¡Es Roberto!- exclamó Ania.
Volvimos a mirarnos sin entender nada.
-Roberto, el noveno guardián, el guardián del amuleto sagrado- dijo de nuevo la chica.
-Ania lleva razón- dijo Erica mirando el dibujo de nuevo.
-Deberíamos encontarlo y preguntarle que hace aquí- dije bajando el tono, pues había varios de tercero que nos estaban mirando.
-Si, claro. Podemos decirle "Hola, ¿qué haces aquí?. Seguro que nos contestará: "Que demonios os inporta." -dijo mi hermana guardando el retrato en su mochila.
-Vamos a clase- dijo Carlos viendo como yo abría la boca para protestarle a Erica.
Al llegar a la clase del simpático y bajito profesor David Ruiz de Hipnotismo, vimos que teníamos que realizar el exámen con los alumnos de primero del departamento Tierra. Susana estaba allí con su inseparable amiga Blanca. Las llamaban las "inseparables", pues desde que se conocieron, no se separaban casi nunca.
-Así que Blanca es la culpable de que Susana os trate de esa manera, ¿no?- dijo Ania apoyandose en la pared.
-Si, ella hizo eso que te conté. Un día nos dijo que lo hizo porque mi padre había despedido al suyo o no sé qué- contesté mirando mis apuntes- Ya sabes: niños malcriados.
Ania se encogió de hombros y negó con la cabeza mientras llegaba el profesor Ruiz y nos hacía pasar a clase. Nos puso a cada uno de Agua con uno de Tierra para que no nos copiasemos. Repartió los examenes y mandó callar a la clase. Ésta quedóen silencio y sólo se oía el sonido de los bolígrafos al escribir y pasar de algunas hojas.
El examen parecía fácil, pero para algunos, no. Como era el caso de Susana. Erica, sentada en su mismo pupitre, se dio cuenta y luego, nos lo contó a la salida. Duró dos horas el examen que, para mí, pasaron muy rápidas.
-¡Uy!. Por fin han acabado el examen- dijo aliviado Héctor al salir de clase.
-Y que lo digas- añadió Pablo colgandose la mochila al hombro.
-Os pareceís a una que yo me sé- dijo Ania mirando hacía atrás.
A los pocos segundos, Susana pasó con su amiga Blanca, por nuestro lado alegando lo bien que le había salido el examen. Una vez que se perdieron de vista, Pablo dijo:
-Que creído se lo tiene.
-Lo que tiene es el ego subido.- dijo Erica.
-Lo que pasa es que... -me callé, pues Jorge se unió a nosotros y parecía que tenía algo más importante que decir que lo mío.
-¡Hola!, ¿cómo os ha salido el examen?
-Bien, ¿tienes algo interesante que decirnos?- pregunté.
-Si, es sobre lo que ya sabeís- bajó la voz y siguió hablando- He visto a Roberto con la profesora Macintosh, iban hacía el despacho de los profesores.
-A ver si lo han llamando o... - empezó a decir Carlos, pero lo interrumpió el profesor Valverde, que hizo que nos sobresaltasemos:
-Mejor será que no cotilléis sobre vuestros compañeros.
Nos miramos sonriendo y fuimos a nuestro departamento a soltar las mochilas para luego, bajar a cenar. Una vez en el comedor, Carlos se percató que había alguien más en la mesa de los profesores y se lo dijo a Jorge disimuladamente, aunque yo lo oí.
-Oye, ¿ese no es Roberto?.
-Si, pero ¿que hace aquí?- preguntó Jorge antes de comerse un trozo de empanada.
-Pero esto es mejor no hablarlo aquí- dijo Carlos.
-Dile a Héctor que, como se lleva tan bien con Lyra, que nos reuniremos en el lugar de siempre- dijo Jorge con una sonrisita.
Héctor, al escuchar lo que dijo nuestro amigo, dijo:
-Pues hay una chica que muere por ti y no lo sabes. Está muy cerca tuya...
-Sé que hay chicas detrás mías, pero que esté muy cerca...
-Averigualo tú, yo no te lo voy a decir- contestó Héctor mordiendo una manzana.
Jorge miró a las chicas de su departamento y se quedó pensando hasta que Pablo lo sacó de su mundo.
-Vamos, que te duermes aquí.
-Voy- dijo, pero lo seguí notando como ido.
Al llegar a Agua, se dirigió a su dormitorio. Los demás nos quedamos en el salón hasta las once de la noche, hora en la que habíamos quedado con Lyra en el vestibulo.
-¿Y Jorge?- preguntó Erica.
-Se ha ido a dormir. Voy a buscarlo- dijo Carlos.
Regresó unos minutos después con un Jorge despeinado y con la camisa por fuera de los pantalones.
-Se ha quedado sobado el tío- dijo Carlos.
-¿Qué quieres que haga en la cama?, ¿cantar?- dijo el chico con el ceño fruncido.
-Vamos, que Lyra nos espera- informó Ania.
Cuando llegamos a su lado, nos pusimos a hablar de Roberto.
-¿Qué pasa si él sabe quienes somos?- preguntó Lyra- Quiero decir, que si nos reconocerá si nos ve.
-Supongo que si nos reconocerá, pienso yo- dijo Jorge abrochandose más el abrigo.
-¡Claro que nos reconocerá!- exclamó Erica.
-Desde luego, no somos fáciles de olvidar- dijo Pablo entre risas.
De repente, escuchamos unas voces por el pasillo derecho del patio.
-¡OH, no!. Se me había olvidado- dijo Carlos.
-¡La ronda de profesores!-exclamamos los ocho guardianes.
-Hay que irse rápidamente- dije algo nerviosa.
Cruzamos rápidamente el patio y salimos por el pasillo de la izquierda. Seguimos corriendo hacía Agua, mientras que Lyra hacía lo mismo para Fuego. Llegamos sin aliento, como pudimos abrimos la puerta del departamento y nos sentamos en los sillones.
-Hermanito, pareces que has corrido una maratón.- dijo la hermana mayor de Jorge en tono burlón.
-Es mi hermana Belén, siempre ha sido así de entrometida- dijo Jorge antes de que cualquiera abriera la boca.
Algunos nos encogimos de hombros. Poco después, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, terminaríamos los examenes.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Capitulo 6: Atrapada (Erica)

Subimos por el monte, precedidos por el mago. Llegamos a una explanada cuando todos creíamos que la empinada pendiente seguía hacía arriba.
-¡Uf!. Por fin hemos llegado- dijo Jeremías.
Echó un vistazo a todos y vio que Ania y yo nos habíamos sentado sobre una gran piedra y como Carlos, Héctor, Carlota y Lyra, estaban apoyados en un árbol. Jorge era el único que parecía no estar cansado.
Era un gran aficionado al deporte.
El mago sonrió.
-Aquí no hay nada- dijo Héctor desde el árbol.
-Cuando se disipe la niebla que hay por el oeste desde donde tú estás, Héctor, lo veras.
Miramos hacía donde el mago decía y durante unos minutos, vimos que la niebla era muy densa, pero poco a poco, ésta fue desapareciendo.
A lo lejos, vimos una cueva. Nos dirigimos para allá. A medida que nos acercábamos, la lux que había dentro de la cueva, se veía más clara. También se escuchaba la voz de una persona. A menos de cincuenta metros, se veía la sombra de un caldero y de una mujer.
-¡OH, no!. Está haciendo una poción para someter a todos a su voluntad. Esto no me lo esperaba...
-Pero, ¿se podrá hacer algo, verdad?- preguntó Carlota, que parecía preocupada.
-Se podrá deshacer el hechizo durante las próximas cinco horas, pero la solución para todo está en encerrar a Anabella.
Carlos miró su reloj. No funcionaba. En este tiempo no había la tecnología que conocíamos en el nuestro.
-Señor, ¿aquí que hora es?- preguntó Pablo, quien también había mirado su reloj.
-Por como está la luna, serán las doce y media. Tenemos que volver a casa. Necesito un plan mejor, el que tengo no me va a servir...
Volvimos a la casa del mago lo más rápido posible.
Algún plan se nos tenía que ocurrir...
Estábamos sentados, cada uno pensando en lo que podíamos hacer. A mí no se me ocurría nada , lo único que se me pasaba por la cabeza era aniquilar a la bruja, pero era una idea bastante descabellada. Hasta yo misma me sobresalté con lo que había pensado, ya que, si nosotros hacíamos eso, alteraríamos el futuro.
Jorge pareció leerme el pensamiento, ya que dijo:
-Debemos dejar actuar al señor Jeremías como él quiera, porque si no, alteraríamos el futuro.
-Es mejor que actúe usted sólo, por lo menos, de momento.- dijo Pablo.
El mago asintió algo dudoso, pero de repente, salió corriendo. Los demás, lo seguimos.
Llevábamos un rato corriendo y a todos nos faltaba el aire, cuando llegamos al bosque donde aparecimos. En un claro estaba Jeremías junto a Anabella. Carlota y Ania dieron un paso hacía delante, pero Carlos y Pablo las cogieron del brazo y negaron con la cabeza en el mismo instante en que los cuatro amuletos brillaron. Nuestras ropas se volvieron a convertir en las de los guardianes. Entonces, la bruja apartó a Jeremías con un movimiento y se dispuso a atacarnos, pero algo se lo impidió. Pablo se había puesto delante nuestra y creó un escudo protector. Luego, Ania la dejó caer con un golpe de tierra y la inmovilizó haciendo salir del suelo raíces. Carlos y Héctor ayudaron al mago a levantarse, y éste hizo convertir a la bruja en araña. Después, hizo aparecer un cuadro y la encerró allí. Pero antes de que Jeremías la encerrase, se escuchó:
-Me la pagaréis, guardianes.
Cuando el mago la dejó bien encerrada, nos dijo que en nuestro tiempo, deberíamos hacer un hechizo para que no se escapara nunca más. Pero antes de que pudiéramos decir nada más, una luz blanca apareció y nos devolvió a la realidad.
Carlos miró su reloj y yo hice lo mismo. Tan sólo eran las once y cuarto de la noche.
Sólo habíamos estado fuera cinco minutos. No sé por qué, pero recordé que alguien dijo alguna vez que el tiempo en el pasado pasaba más lento que en el presente.
Nos dimos cuenta que habíamos aparecido con el uniforme del colegio. Pablo surgirió que era irse para los departamentos. Nos despedimos de Lyra y encaminamos nuestros pasos hacía Agua.
Llegamos a nuestro departamento y una extraña sensación nos invadió. El fuego, que siempre estaba encendido, estaba apagado; las cascada, ya no echaba agua y las estanterías, estaban tiradas por el suelo y sus libros, esparcidos.
-¿Qué ha pasado aquí?- preguntó Jorge recogiendo un libro del suelo.
-Me parece que alguien se ha divertido, guardianes.
Nos dimos la vuelta y descubrimos en la puerta al director con el profesor Bejar, que llevaba gafas, era medio calvo y en clase le encantaba irse del tema. El director siguió hablando hasta que nos dijo algo que nos dejó boquiabiertos a todos:
-Sé que sois los nuevos guardianes y sé también que vuestra primera misión tiene que ver con Anabella. Lo único que os puedo decir es que ella es la causante de todo esto. Pero ya es tarde, ahora a la cama, que mañana tenéis clase- dijo y con un movimiento de la mano, hizo que todo volviera ser como antes.
Tuvimos que hace caso a nuestro director e irnos a dormir.
Nuestra primera misión se iba complicando, pero la parte más importante estaba a punto de llegar. Tarde o temprano nos deberíamos de enfrentar a la bruja y dejarla encerrada en su cuadro para siempre.
Siempre que estuvieramos unidos, podríamos combatirla y, el día de la batalla, deberíamos actuar como lo habíamos hecho hoy. La magía de la amistad era la más poderosa y con ella contabamos.
De eso no había dudas

La batalla se acercaba lo mismo que lo hacían los examenes de Navidad. Por no hablar de la cantidad de deberes que teníamos.
De eso protestaban Pablo, Héctor y Carlos, el jueves antes de la semana de los examenes y después de salir de la clase de Transfiguración con la profesora Marquéz.
-Esa vieja bruja nos ha mandado tal cantidad de deberes que, el día que los termine, va ha ser un milagro.- dijo Héctor.
-No seas tan drámatico, que cien páginas no es para tanto. -dijo Ania, mirando las hojas que llevaba en las manos.
-Eso será para ti, porque hacer los deberes, estudiar y ser guardián, es... ¡INCOMPATIBLE!- exclamó Pablo haciendo ademanes con las manos.
-¿Ya os han dado las cien páginas que siempre dan antes de terminar noviembre?- preguntó Jorge que nos encontró llegando al comedor.
-¿No me digasque siempre hace eso?- preguntó Carlos algo alterado.
-Si, y agarraos con la profesora de Educación Fisica.
-¿Correr?- dijo Carlota esperandose lo peor mientras Jorge asentía- ¡No!. Odio correr...
Lyra se acercó cuando nosotros nos sentabamos en nuestra mesa.
-¡Hola!. ¿Sabeís? Mañana empiezan las pruebas para los equipos de los departamentos. ¿Por qué no os apuntaís?. Carlota, Erica me ha dicho que eres muy buena jugando.
-Ya veremos- contestó mi hermana.
-Como quieras. Me marcho a comer. ¡Hasta luego!- Lyra se marchó.
Detrás nuestra, se oyó decir a una de sus compañeras.
-Que bien te llevas con esos de Agua.
-Lyra tiene razón, Carlota- dije.
-Desde pequeña se te ha dado muy bien jugar al voleybol.- añadió Carlos.
-Vale, me apunto, me habéis comencido, pero vosotras dos- dijo señalandonos a Ania y a mí.- os apuntaís también.
-¡Acepto!- exclamamos al unísono Ania y yo.
Cuando terminamos el almuerzo, nos marchamos a la clase de Dibujo Mágico, con la profesora Smith. Era una mujer rubia, con ojos claros y siempre vestía con túnicas de colores vivos. Ese día nos mandó a dibujar criaturas mágicas acuaticas. Después de esta clase, fuimos al aula de Futurología, que la impartía el profesor Pitt, un hombre con rastas, alto y que vestía siempre con túnicas extravagantes.
Compartiamos la clase con Tierra, y aquel día, Susana Vega se mostró de lo más antipática, aún más de lo que era, con nosotras. Estaba, como de costumbre, con su amiga Blanca.
-¡Mirad!. Las tres mosqueteras. ¿Qué pasa que no os podéis sentar juntas?
Y antes de que pudieramos contestar, el profesor Pitt intervino:
-Querida señorita Vega, quedese después de clase para recogerla.
-Pero, profesor...
-Bien, empezemos. Hoy comenzaremos con el tema de los horospocos, así que sacad...- cortó a Susana.
Era el único que la mantenía a ralla junto a los directores y el profesor Black.
Antes de terminar la clase, nos mandó hacer un trabajo junto a otro compañero. Lo deberíamos entregar el próximo viernes.
-¡Je!. Soy capaz de pillarle una revista a alguna chica y copiar el horospoco.- dijo Héctor.
-Ni se le ocurra, señor García- dijo el profesor Pitt saliendo también de clase.
-Que oído, ¿eh?- dijo Carlota dandole unas palmadas en la espalda a nuestro amigo.
-Si... -Héctor se había puesto colorado.
Subimos a Agua y en el camino, nos encontramos con Jorge. Soltamos las mochilas y bajamos a cenar.
En la cena, Carlota, sentada entre Ania y yo, le contaba a nuestra amiga el por qué Susana se mostraba así con nosotras:
-Lo que pasa es que es una envidiosa emperdenida.- dije cogiendo mi copa y mirando a Jorge, que estaba hablando con un compañero de curso.
-Es hija única, por eso se comporta así- dijo Carlos, que también la conocía.
-No, es eso. Tú sabes que de pequeña estaba enamorada de ti- dijo Carlota un poco molesta.
Yo sonreí.
-Aún lo está -dije.
-Podría perder el tiempo con otra cosa- dijo mi hermana en un susurro.
-¿Estás celosa?- le preguntó Ania también en un susurro.
-¿Yo, de quién?. Por supuesto que no. -contestó Carlota.
Ania y yo sonreímos. Mi amiga ya sabía todo, pues me había encargado de contarselo todo.
Cuando nos metimos en la cama, Carlota y yo no podíamos dormir. Nos pasamos un largo rato pensando, yo sobre todo en Jorge.