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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capitulo 15: La batalla (Carlota)

Los exámenes finales llegaban a su fin y los primeros días de Mayo empezaban a llegar. La temperatura invitaba a estar fuera del instituto, por eso, los patios y los jardines estaban repletos de alumnos apurados por estudiar los últimos temas para los últimos exámenes.
Los ocho guardianes estábamos repartidos por uno de los patios del instituto: Ania, Erica y yo, estábamos cerca de la puerta de entrada; Pablo, Héctor y Carlos, estaban sentados bajo un naranjo; Jorge se encontraba, junto a unos amigos de su curso, sentado en un banco cercano a la fuente y, Lyra, se sentaba con unas compañeras a la derecha de donde estábamos nosotras.
Nuestro último examen lo teníamos a las once, así que, cuando faltaban diez minutos para la hora, una voz sonó por todo el patio:
-Por favor, los alumnos de segundo curso de Agua y Aire, pasen al aula de la profesora Ramos para realizar el examen correspondiente.
Jorge y sus amigos se levantaron, se despidieron de nosotros y se marcharon. Un segundo más tarde, volvió a sonar la misma voz, que decía:
-Por favor, los alumnos de primer curso de Agua y Energía, pasen al aula del profesor Ruiz para realizar el examen correspondiente.
Nos levantamos y Lyra nos deseó mucha suerte. En cuanto el último de nosotros puso un pie en el pasillo, la misma voz sonó dirigiéndose al departamento de Lyra.
Erica, Pablo, Héctor, Ania, Carlos y yo, entramos un minuto antes que llegara el profesor Ruiz que, inmediatamente después de llegar, repartió los exámenes.
Miré mi examen. Había cincuenta preguntas.
El examen duraría dos horas y media, pero a mí se me hicieron muy cortas. Pues sólo me faltaba una pregunta por responder cuando sólo faltaban quince minutos para terminar. Y sabía la respuesta, porque había estudiado aquello con mi hermana y con Ania, pero en ese momento no me salían las palabras para responder. De repente, me acordé. A Erica se le ocurrió una tontería sobre como hipnotizar a un animal, pues ese era el tema de la pregunta, y me puse a escribir.
Cuando sonó el timbre indicando el final del examen, el profesor Ruiz recogió todos los exámenes y nos comunicó que los resultados de éstos, estarían al día siguiente en el tablón de anuncios que había junto al comedor del colegio.
-Creo que, si apruebo este examen, va a ser un milagro- dijo Carlos saliendo del aula de Hipnotismo y luego, preguntó:- ¿Qué tal te ha salido el examen, Carlota?
-Me parece que bien, aunque he tenido problemas con la pregunta veintiséis...
-Ya se han acabado los exámenes, así que dejemos de hablar de ellos- me interrumpió Erica.
-En eso llevas razón- dijo Héctor- Ya está bien de hablar de exámenes.
-¡Eh!, ¿qué pasa?- preguntó un contento Jorge.
-¿Te ha pasado algo?- preguntó Ania.
-Nada, sólo que me ha salido bien el examen.
-¿Nos vamos a almorzar?- preguntó Carlos dirigiéndose hacía Agua.
Durante el almuerzo, tuve un mal presentimiento. Se me cayó el tenedor y el cuchillo de las manos. Carlos y Erica, ambos a mis lados, me miraron. Mi gemela me preguntó en un susurro:
-¿Qué te ha pasado?
-Nada, sólo que se me han escapado los cubiertos- dije sonriendo levemente.
Carlos y Erica se miraron sin creerse lo que había dicho. Sabía que era otra cosa...
Después de aquel pequeño incidente, el almuerzo siguió como si nada.

Como ya se habían acabado todos los exámenes, la tarde la teníamos libre. Por eso, Erica, Carlos y yo, decidimos dar un paseo por el instituto mientras que, Ania, Pablo, Héctor y Jorge, se quedaron en nuestro departamento.
Íbamos tranquilamente por el pasillo que conducía al patio principal del instituto, cuando, por una ventana, vimos un rayo verde que procedía del Jardín Encantado. Pensamos que sería algunos alumnos para despedir el año escolar, pero nuestro pensamiento cambió al escuchar un espantoso grito que procedía del mismo lugar.
Alarmados, escuchamos un estrepitoso jaleo dentro del instituto: los profesores metían prisa a todos para que entrásemos en nuestros departamentos, había alumnos que gritaban...
Nos dirigíamos hacía Agua, cuando tropezamos con Lyra:
-¿Qué pasa?- le preguntó Carlos viendo lo agitada que estaba nuestra amiga.
-He oído que hay un monstruo en el Jardín Encantado o algo así.
Los cuatro nos miramos.
Un monstruo, eso significaba... Anabella de nuevo.
En ese instante, Jorge se unió al grupo que dijo que los profesores se habían reunido.
-Debemos avisar a los demás- dije.
-Ya me encargo yo- contestó Jorge que, en pocos segundos, apareció con los otros tres guardianes.
-No hay tiempo de explicar mucho- intervine mientras que Héctor abría la boca para pedir alguna explicación.
-Hay que acabar de una vez con Anabella- dijo Carlos sin apartar la vista del Jardín Encantado.
-Tenemos que transformarnos- dijo Lyra mientras salíamos del instituto a toda prisa.
Lo hicimos con cuidado, para que nadie se diera cuenta. Una vez en el Jardín Encantado, nos transformamos.
-Sabía que ibais a venir- dijo una voz.
Nos giramos y vimos a parecer entre los árboles a Roberto. Alguno de nosotros se llevaron un buen susto.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Ania.
-Vais a necesitar mi ayuda para acabar con esa bruja, pero teneos poco poder para hacerlo. Por eso, sacad vuestros amuletos y emblemas- respondió a la vez que sacaba de un bolsillo una esfera pequeña de color blanco.
Sacamos nuestros emblemas y amuletos a la vez que Roberto dejaba suspendida la esfera. Ésta fue atrayendo a cada emblema y amuleto hasta dejarlos en este orden: Estrella, Luz, Corazón, Amor, Luna, Esperanza, Flor y Felicidad.
Sentí como una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo y miré a mis amigos, que parecían sentir lo mismo que yo.
-¿Vamos por Anabella?- preguntó Roberto con una sonrisa.
Asentimos y los seguimos por un largo camino hasta que levantó la mano, indicándonos que nos detuviéramos.
-¿Qué su...?- empezó a preguntar Héctor.
Roberto lo mandó a callar, pues sabía que Anabella estaba cerca. Nosotros, callados, hicimos un circulo a su alrededor mediante un gesto de él.
Mirábamos a todos lados, pero sin hacer el menor ruido. De repente, se oyó un leve ruido cerca de los arbustos donde estaba Jorge. Todos nos movimos de nuestros sitios, todos excepto Roberto, que seguía sin moverse.
-¡Volved a vuestros sitios y no os mováis!- exclamó.
Y se volvió a escuchar el mismo ruido, de nuevo. Pero en esta ocasión, salió un rayo que atravesó a Jorge por el pecho y lo dejó caer hacía atrás. Sus ojos se quedaron abiertos, como si estuviese sorprendido.
Erica gritó asustada y se arrodilló junto a Jorge.
-Jorge, responde. Por favor, responde- gritaba mi hermana con el chico en su regazo.
Yo me quedé paralizada en mi sitio, como si algo me atara al suelo. Quería acudir al lado de Erica, pero no podía.
-Erica, vuelve a tu sitio- dijo Roberto.
-Pero Jorge...- su voz tembló.
-Sólo está aturdido, no muerto. Vuelve a tu sitio.
Y pese a que ella no quería dejarlo así, se levantó y se puso en su sitio, pero sin dejar de mirarlo. Un nuevo rayo salió de aquel lugar, pero, esta vez, sin aturdir a nadie, pues Roberto lo impidió creando un poderoso escudo.
Se oyó una risa.
-Sé que estás ahí, Anabella, ¡sal!- exclamó Roberto.
Una nube gris apareció delante de él. De ella, salió la malvada bruja.
-Veo que aún me sigues conociendo muy bien- dijo Anabella con una sonrisa muy pronunciada.
-Por supuesto, aunque haya estado más de cien años dormido por un hechizo tuyo, querida.
-Por lo que veo, aún sigues en el bando de los buenos, un fiel seguidor de papá y mamá. Siempre has sido un prefecto imbécil.
-A ti siempre te atrajo el mal.
-¿Cómo decía la tía Vicky?... ¡Ah, si!. Yo era la oveja negra de la familia.
Todos mirábamos a Roberto muy extrañados, pues no nos podíamos creer que fuere hermano de alguien tan malvado. Era algo ilógico.
Anabella empezó a mirarnos uno a uno, quienes aún seguíamos sin movernos de nuestro sitio.
-Estáis aquí los ocho nuevos guardianes, o ¿debería decir siete?- dijo riéndose.
Carlos agarró a mi hermana para que no se lanzara contra la bruja.
-No sé para que has traído a tantos, si voy a acabar con todos.
-¡Qué te crees tú eso!- gritó Erica mientras forjeceaba para que Carlos la soltase.
Anabella volvió a reír y se acercó a mi hermana:
-Eso lo veremos- le dijo y luego, volvió a su sitio diciendo:- Ya he acabado con uno de vosotros y me será fácil acabar con siete críos.
Roberto nos hizo otro gesto en silencio indicándonos que hiciéramos un circulo más reducido alrededor de su hermana y él, fue por Jorge, que se levantó en cuanto el noveno guardián le pasó la mano por la cabeza. Se colocó entre Erica y Lyra, mientras que Roberto se colocaba en medio con su hermana.
-¿Crees que unos mocosos podrán conmigo?
-Créelo, hermana. Son más fuerte de lo que tú crees.
-Lo veremos- dijo en tono desafiante y con un gesto de la mano, adelantó cuatro árboles.
Con otro gesto, ató a éstos a Carlos, Héctor, Pablo y Jorge.
-Buena idea, quitarnos a cuatro guardianes. Pero, tranquila, nosotras acabaremos contigo- dije algo molesta.
Y mientras yo decía esto, las otras chicas se pusieron alrededor de la bruja, excluyendo a Roberto, y levantando las manos, convocamos el poder de la energía. El rayo le dio a Anabella, quien cayó al suelo retorciéndose de dolor.
Ania la inmovilizó en el suelo, haciendo brotar del mismo unas raíces mientras que las demás fuimos a liberar a los chicos junto a Roberto.
-Buen trabajo- dijo éste desatando a Pablo.
Se escuchó un grito en el instante en el que yo liberaba a Héctor. La bruja se había liberado y había cogido a Ania del cuello.
-Suéltala, bruja asquerosa- dijo Pablo.
-¿Desde cuando un crío de catorce años ha podido con una bruja tan poderosa como yo?
-Desde hoy- dije levantando las manos hacía delante, pero de repente, caí al suelo de rodillas. Me ardía el brazo izquierdo.
A Erica y a Lyra, les había pasado lo mismo. Me miré el brazo y vi en él, un brazalete con un dibujo que reconocí de inmediato: era el dragón azul, el dragón del aire, mi elemento.
Sentí como su espíritu me daba más fuerza. Me levanté ayudada por Carlos y bajo la mirada de la bruja, que no entendía lo que sucedía.
En mis manos, en las de Erica y en las de Lyra, se formaron tres esferas de energía. Las lanzamos contra la malvada bruja, pero sólo le dieron en el brazo izquierdo. Valió para que soltase a Ania, que salió corriendo y se abrazó a Pablo.
-Será mejor si atacamos los ocho- dijo Carlos.
-Ataquemos con los elementos- sugirió Lyra.
Asentimos y empezamos a atacar:
-¡Agua!- dijeron al unísono Jorge, Héctor, Pablo, Carlos y Erica.
-¡Fuego!
-¡Tierra!
-¡Aire!
Todos los poderes se unieron en un solo rayo que, con un gesto de Roberto, atrapó a Anabella sujetándola como con una cuerda, aunque ésta se soltó con otro simple gesto.
-No vaías a poder acabar conmigo, os lo advertí. Ahora, despediros del mundo, porque voy a acabar con vosotros- dijo riendo.
Nos preparamos para lo peor. La bruja empezó a atacarnos y nosotros nos defendíamos como podíamos. Ella sólo reía y atacaba bajo nuestra desesperación.
Tuvo que pasar bastante tiempo, o eso parecía, hasta que se me ocurrió algo al ver como brillaban los amuletos. Me dirigí hacía Roberto, que estaba impidiendo que unos arbustos, que habían cobrado vida, atacaran a Carlos y a Lyra.
-Se me ha ocurrido algo. Creo que si la rodeamos con nuestros amuletos y emblemas, podríamos acabar con ella- dije esquibando un rayo.
-Estupendo. Voy a distraer a mi hermana y vosotros atacáis- dijo intentando que otro rayo no diese a Carlos, pero fue en vano. El rayo le dio en el hombro.
Todos los demás guardianes dejaron de atacar y dejaron a Roberto sólo con Anabella, por medio de una orden de éste. Nosotros hicimos un circulo, de nuevo, y pusimos, delante nuestra, a nuestros emblemas y amuletos, de la misma forma en que se encontraban en el amuleto sagrado.
-¿Qué pretendéis?- preguntó Anabella. La noté asustada.
-Pretenden acabar contigo- dijo Roberto que, me miró indicando que ya era hora de actuar y yo asentí.
Miré a mis compañeros y empecé a decir:
-Estrella.
-Luz.
-Corazón.
-Amor.
-Luna.
-Esperanza.
-Flor.
-Felicidad.
De cada emblema y amuleto, salió un rayo blanco, que se unieron encima de la cabeza de la bruja. Luego, Erica, Ania, Lyra y yo, nos quitamos los brazaletes y de ellos salieron los espíritus de los dragones que, se pusieron a girar alrededor de la malvada bruja.
-¡Unid vuestras manos para poder destruirla!- gritó Roberto que estaba atrapado junto a su hermana.
-¡Tú...!. Voy a acabar contigo- gritó Anabella muy enfadada.
Con un gesto de la mano, hizo volar a Roberto, el cual fue a parar al tronco de uno de los árboles más cercanos. El hombre, cayó desmayado.
Los ocho guardianes, nos miramos y unimos nuestras manos a la vez que mirábamos a la bruja. Ésta nos miró, mientras aquellos rayos y los espíritus de los cuatro dragones, la atravesaron. Se oyó un último grito y Anabella quedó reducida a cenizas, las cuales ardieron durante unos minutos.
Pablo y Héctor fueron por Roberto. No se había hecho más daño que una pequeña brecha en la cabeza, que la curó Jorge cuando el hombre llegó a nuestro lado.
-Habéis hecho un buen trabajo. Os felicito. Creo que el director le va a interesar esto- dijo haciendo aparecer una pequeña urna, donde metió las cenizas de su malvada hermana y añadió: -Tengo que ver esa herida, Carlos.
-No es nada.
-Insisto, Carlos- dijo Roberto, mirándome de reojo.
El chico se acercó a él y, luego, Roberto lo curó.
Antes de regresar a nuestro instituto, nos volvimos a transformar. En la puerta de éste, nos esperaban los directores y el profesor Bejar, que nos conducieron al despacho de los primeros. Al llegar allí, el director nos miró uno por uno y dijo:
-Muy buen trabajo, chicos. Debo de reconocer que no me esperaba que lo hicierais tan bien. Ha sido un trabajo sensacional.
-Los anteriores guardianes estarán muy orgullosos de sus herederos- dijo el profesor Bejar.
-Sería mejor que fueran ellos quienes los felicitaran, ¿no crees, querido?- dijo la directora.
El director Bass asintió y una luz cegadora, inundó la estancia. De ella, salieron los anteriores guardianes.
-Por lo que ha dicho Daniel, ha sido un trabajo fabuloso- dijo Rodrigo, el padre de Carlos.
-Creo que nosotros no lo hubiéramos hecho mejor- dijo Paul, el padre de Lyra.
-Han tenido más valentía que nosotros- dijo Diana, madre de Carlos.
-No es para tanto- dijo Carlos ruborizándose y pasándose la mano por el pelo, algo que hacía cuando se ponía nervioso.
Todos los presentes, reímos.
Era verdad, habíamos hecho un buen trabajo, trabajando todos a una y eso nos había hecho ganar la primera batalla de las muchas que debíamos de afrontar.

Una vez que llegamos al salón de Agua, caímos en los sillones y sofás, rendidos. Cuando nos despedimos de Lyra, ésta nos dijo que, lo primero que haría en cuanto llegase a su dormitorio, sería meterse en la cama.
-Esta pelea, ha sido agotadora- dijo Jorge conteniendo un bostezo.
-Estoy que no puedo más- dijo Carlos.
-Te has llevado un buen golpe, y tú también, Jorge.- dije.
-Son fuertes- dijo Erica mirando a Jorge.
-Yo me voy a dormir. No puedo más- dijo Héctor con un bostezo.
-Lo bueno de todo, es que ya ha terminado- dijo Carlos mirando la cascada que salía de la pared.
-Esa bruja ha sido muy dura hasta que la hemos vencido del todo- dijo Ania.
-Durante la pelea, hubo un momento en el que pensé que, con el mínimo gesto de su mano, nos mandaba para el otro barrio- añadió Pablo mirándonos a todos.
-Estoy contigo- dijo Héctor, levantándose del sofá- Sólo espero que no haya otra bruja o mago tan malo cono ella.
-Ya creo que los habrá- dije. No me refería a nadie en concreto, pero estaba segura que Anabella no era el único ser malvado del universo mágico.
Mientras me metía en la cama, pensé en lo sucedido durante el curso. Si alguien me hubiese dicho que esto iba a pasar, no me lo hubiera creído. Mamá tuvo razón en decirnos a Erica y a mí que, estudiar en Link, iba a cambiar nuestras vidas.
Y desde luego que habían cambiado.

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